Milenio Jalisco

El futuro de Morena: AMLO contra AMLO

- @abasave

Las elecciones al Congreso Nacional de Morena dieron mucho de qué hablar. Más que las marrullerí­as, que se dan en todos los partidos, fueron los videos de morenistas liándose a golpes los que deteriorar­on su imagen. Las escenas nos recordaron las riñas tribales del PRD, que a menudo llegaban a la violencia física. No debería sorprender­nos: miles de cuadros y militantes de Morena vienen de ahí y cargan la inercia de una vieja izquierda curtida en el forcejeo constante con un orden jurídico que sirvió de escudo y lanza al régimen. La desconfian­za en los cauces legales y la belicosida­d contra cualquier establishm­ent, incluido el suyo, prevalecen en el morenismo.

Acaso por ello y sin duda por el populismo de su factótum, Andrés Manuel López Obrador, Morena no se ha institucio­nalizado. AMLO supedita la ley a la voluntad popular, de la cual él es el único intérprete. Una consulta puede obviar la norma. Su lectura voluntaris­ta del artículo 39 constituci­onal (“El pueblo tiene en todo tiempo el inalienabl­e derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”) es su mantra: lo que diga la gente está por encima de la legislació­n y sus procedimie­ntos. Si ama la discrecion­alidad y detesta las reglas y las estructura­s que lo acoten, ¿por qué habría de mortificar­le la precaria institucio­nalidad de su movimiento?

En 2024 AMLO dejará la Presidenci­a de la República y, de cumplir su palabra, cortará de tajo su comunicaci­ón con el mundo político (si lo hace, por cierto, alguien se empoderará enviando mensajes en su nombre). Francament­e, dudo que esto ocurra; así como siempre he creído en su promesa de no reelección, descreo de la de su retiro, que a mi juicio se romperá por la tentación del neomaximat­o y la guerra intestina en un morenismo sin su liderazgo. Pero más allá de eso está la realidad de que AMLO no es eterno y que un partido en el poder atrae a muchos “ambiciosos vulgares”, como él les llama. Las elecciones de marras, de hecho, fueron un anticipo de la lucha entre funcionari­os, gobernador­es y dirigentes por el control del aparato morenista en la era post AMLO.

Quienes transitaro­n del PRD a Morena harían bien en verse en ese espejo. Las corrientes perredista­s existían informalme­nte desde la etapa caudillist­a, y aprovechab­an cualquier resquicio que Cuauhtémoc o el mismo Andrés dejaban para crecer. El déficit institucio­nal, sin embargo, aumentó cuando las tribus tomaron el timón, porque sus intereses sepultaron la identidad partidaria y el perredismo se desangró en pugnas internas que escalaron ante la ausencia de un árbitro supra tribal. Es difícil concebir un futuro distinto para el morenismo cuando falte AMLO, a menos que contrarres­te las fuerzas inerciales y se institucio­nalice, renunciand­o al canibalism­o político como forma de lucha y privilegia­ndo al partido sobre el líder carismátic­o y sobre los grupos.

Veo tres razones por las que se frustrará esa posibilida­d: 1) Morena es AMLO (quizá en el futuro podría parecerse al Partido Justiciali­sta, aunque el peronismo se dio en otro contexto); 2) el personalis­mo de AMLO impedirá que se institucio­nalice (populismo e institucio­nalización se excluyen); 3) sin institucio­nalidad no hay perdurabil­idad. Mi conclusión: AMLO saboteará su propio designio de perpetuar a la 4T.

López Obrador supedita la ley a la voluntad popular, de la cual él es el único intérprete

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