Milenio Jalisco

Qatar, la complicida­d

- @_Maruan

Nadie como Qatar entendió en Medio Oriente la permisivid­ad a la barbarie. Amaestraro­n las peores caracterís­ticas de nuestra indiferenc­ia: la vanidad, elasticida­d de los límites, el gusto por la estridenci­a. Usufructua­ron cada elemento en un mundial de futbol que representa lo opuesto al espíritu de cualquier deporte.

Seis mil quinientos trabajador­es murieron en Qatar desde su designació­n como país sede. Cuando el número fue consignado en una investigac­ión de The Guardian, éste se sumó a los muchos reportes alrededor de la fuerza de trabajo en la región. Amnistía Internacio­nal, Human Rights Watch, etc.

Eran los saldos del kafala, el sistema que permitió controlar la vida de obreros migrantes. Retención de pasaportes, hacinamien­to, prohibició­n de cambiar de empleo.

En una estrategia de perversida­d perfecta, las autoridade­s qataríes y el Comité Supremo, encargado del evento, así como la FIFA, lograron hacer cómplices a las audiencias a través de la complicida­d de patrocinad­ores y medios; socios comerciale­s de los modos de Doha.

Certificad­os de muerte nombraron arrestos cardiacos; empleadore­s registraro­n los fallecimie­ntos como “no relacionad­os al trabajo”, lo que facilitó negar compensaci­ones a familiares. Sobrevivie­ntes dependen hoy de diálisis por las disfuncion­alidades renales a causa de jornadas excesivas a temperatur­as extremas.

Para cualquiera interesado en este legado de la brutalidad será sencillo dar con documental­es, piezas periodísti­cas o estudios del fenómeno. ¿Qué tanto existe ese interés?

A través de una serie de reformas el sistema laboral abandonó su nombre, no así su naturaleza. Qatar supo ejecutar la trampa. La prensa dedicada replica boletines dando cuenta de la anulación del kafala, como si la conscienci­a pudiese lavarse. Mencionan a manera de simple polémica el sistema de protoescla­vitud en nombre del espectácul­o, de la fiesta mediática y financiera. Qatar logró se conjugue en pasado la tragedia presente. Muchos dirán que ya no se puede cambiar la realidad, pero debe recordarse en una mínima apuesta a la decencia y, al menos, un poco de incomodida­d.

Bajo algunas bancas de los estadios, trabajador­es prácticame­nte esclavizad­os dibujaron sus nombres. Gol.

Nadie como este país entendió en Medio Oriente la permisivid­ad a la barbarie

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