La palabra sagrada
En estos días fragorosos, el cartujo escucha prédicas incendiarias y su corazón se encoge ante la ira del señor (con minúsculas). Nada entienden quienes critican su virulencia y le echan en cara haber sembrado la discordia aun en su propia tribu. Asiduo a la Biblia, aunque no la comprenda, su actitud se inspira en la palabra sagrada; no por cierto en aquella dedicada al perdón, al amor, a la fraternidad, sino a la discordia. Lo reitera en cada discurso, en cada conferencia matutina, en cada declaración. Tal vez, para no olvidarla, todas las mañanas, frente al espejo, musita la sentencia divina: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:34:37).
En esto se resume su historia. Por eso adelantó los tiempos —“perfectos” según uno de sus cortesanos— de la disputa para sucederlo: para ver quién está dispuesto a abandonarlo todo para seguirlo en sus delirios, para ver quién hace el mayor eco de sus ocurrencias. Para divertirse con sus enconos, algunos inocultables, aunque socarronamente recomiende a sus pupilos moderarse y evitar las estridencias y los insultos. “A la gente —dice— le gusta mucho, mucho, mucho, el que haya respeto, el que no haya pleito, que haya madurez, que haya responsabilidad”.
Sin pasar por la ardua aduana de las urnas, él ya sabe a quién le entregará el poder, como sucedía en el esplendor del Revolucionario Institucional, cuando las autoridades electorales eran parte del gobierno. Sin rubor ni modestia, afirma: “La verdad, yo estoy muy contento porque los posibles sustitutos a los que voy a entregarles, hombres o mujeres, son muy buenos, no tengo ninguna preocupación, estoy pensando en el país, van a ser muy buenos, como se está gobernando ahora”. Y sin la presencia del INE, su felicidad sería más grande.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
Socarronamente recomienda a sus pupilos moderarse