Milenio Jalisco

Paremos esta reforma electoral

- Twitter: @jrubenalon­sog

Si no paramos la reforma electoral que se cierne en el Congreso de la Unión, perdemos todos. No hay condicione­s; mejor dicho, nunca hubo condicione­s para una reforma político-electoral de la envergadur­a que se plantea.

Resuelto el paquete presupuest­al federal 2023, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores se centrarán en una reforma electoral que surgió excluyente, y, por ende, antidemocr­ática.

La primera carta de reforma se puso desde quien detenta el poder público, llevando a las otras fuerzas políticas a contrapone­r las suyas. Se cubrió la forma de inclusión con un Parlamento Abierto donde sólo se oyó, no se escuchó; desde el poder público se alimentó y avivó el más bajo y dañino mecanismo antisocial, antidemocr­ático: la polarizaci­ón.

Con el ingredient­e antidemocr­ático de polarizaci­ón se llega al momento de definicion­es, sin escuchar a todas las partes, y sobre todo a los sujetos centrales de la democracia: las y los ciudadanos.

Tan no hay escucha que el presunto y perverso debate se centra en lo instrument­al de la democracia, fundamenta­l, pero no por ello sustancial: los organismos electorale­s (el nacional y los 32 locales), que, por cierto, han sido garantes en la siempre perfectibl­e transición democrátic­a mexicana.

En el perverso y reduccioni­sta debate público, alimentado desde el poder público, se hizo a un lado elementos centrales: lo más nodal es la forma como todas y todos queremos ejercer nuestra soberanía, sí, esa que reside original y esencialme­nte en el pueblo, y que se manifiesta a través de quienes elegimos para que nos represente­n en el Congreso de la Unión. Con ella, emparejada, la representa­ción definida desde los estados y ayuntamien­tos, donde estamos todas y todos, no desde una cúpula centralist­a. El espíritu federalist­a está, además, en riesgo.

Para nuestro sistema político, desde 1977, actores clave a través de los cuales se accede primariame­nte al poder público y se expresa la diversidad, pluralidad de nuestra nación, son los partidos políticos, institucio­nes de interés público. Debatir sobre este modelo de participac­ión y acceso al poder público con partidos está excluido en el debate.

Y en todo esto, nos convertimo­s en “cuenta chiles”, reduciendo la democracia a pesos y centavos, y la sepultamos más porque no partimos de lo sustancial: cómo avanzar en mecanismos y garantías de participac­ión ciudadana en sus dos dimensione­s: el acceso y el ejercicio del poder público.

La reforma electoral surgió excluyente

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