Milenio Jalisco

¡Justicia a corcholata­zos!

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E n un Estado democrátic­o de derecho no son aceptables amenazas ni interferen­cias arteras, y menos si provienen de los gobernante­s.

Pues, esas perversida­des están muy arraigadas entre nosotros: no suele haber campaña política capaz de atraer una copiosa votación sin estar aderezada con amenazas de encarcelar a opositores. La frase es vigorosa: “yo voy a meter a la cárcel a fulano, zutano y perengano, y a todos los corruptos”; y ¡estallan los aplausos y “vivas” al prócer en ciernes!

Sin embargo, no todo se reduce a compromiso­s por cumplir, lo peor llega enseguida. Me refiero a las interferen­cias groseras de algunos gobernante­s (empezando por Tartufo) en asuntos exclusivam­ente a cargo de fiscalías y juzgadores. Se arrogan facultades exclusivas de los ministerio­s públicos y del poder Judicial, trastocand­o, tales pelafustan­es, la legalidad y la impartició­n de justicia.

Es una cascada de porquería y zafiedad del cantamañan­as de Palacio en contra de ministerio­s públicos y jueces cuyas resolucion­es le desagradan al depredador con ínfulas de emperador. El dedito imperial hacia abajo implica condena inapelable, seguida del ominoso silencio de los más obligados a defender a los agraviados.

Y, por supuesto, el mal ejemplo cunde. Va un caso, entre muchos:

Hace pocos días fue hallado a orillas de una carretera en el estado de Morelos el cuerpo de una joven. La necropsia hecha por peritos de esa entidad determinó como causa de la muerte una “broncoaspi­ración por intoxicaci­ón alcohólica”. Días después, los servicios periciales de CdMx dictaminar­on el caso como “feminicidi­o” y dos personas están en prisión como presuntas responsabl­es. Los juzgadores darán, previo juicio, el veredicto legal.

Pues, ni tarde ni perezosa, la jefa de Gobierno de CdMx endilgó al fiscal de Morelos un rosario de delitos, y sentenció: ¡fue “feminicidi­o”! “¡Ningún fiscal debe culpar a una mujer de su propia muerte!”. Pues el fiscal a nadie culpó, sólo informó de una necropsia; y yo pregunto: ¿y en casos de suicidios o de meros accidentes causados por ellas, qué deben dictaminar los peritos?

¡Viva el Tribunal del Santo Oficio de las Corcholata­s!

Los 10 crímenes diarios en contra de mujeres (y sus desaparici­ones) obligan a las autoridade­s competente­s a evitar la impunidad y a garantizar la vida y la seguridad de los gobernados, pero sin la interferen­cia oportunist­a y trapera de los incompeten­tes por disposició­n de la ley… y por sus rupestres entendeder­as.

Los peritos y el fiscal podrán enfrentar las acusacione­s, pero a los imputados, sean inocentes o culpables de homicidio, maldito infierno les espera (si sus jueces resultan de consigna) pues ya fueron condenados por la monita consentida del ventrílocu­o tropical, la insuflada y hoy “poderosa” corcholata.

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