Milenio Jalisco

Mentira que el apoyo a la reforma sea mayoritari­o

- @gibranrr

Diputados y otros voceros oficialist­as se han apresurado a desestimar la oposición a la reforma electoral como minoritari­a porque, con encuestas mal hechas y preguntas sesgadas aplicadas por encuestado­ras de dudoso prestigio y con un nutrido historial de “equivocaci­ones”, han conseguido decir que el 80 por ciento de los mexicanos apoya la reforma. Mienten. Las encuestas pueden trampearse muy fácilmente desde el planteamie­nto de las preguntas, por eso es el método favorito del Presidente y la cúpula autoritari­a de Morena para elegir candidatur­as; permite usar una careta de demócrata mientras por debajo de ella lo que hay es arbitrarie­dad y antidemocr­acia pura. ¿Qué habría pasado si después de preguntar por la elección popular de consejeros electorale­s, hubieran preguntado si la gente está de acuerdo en que el poder determine los candidatos por los que se podría votar? El rechazo sería, segurament­e, muy similar.

Los principale­s problemas de la democracia mexicana radican en el poder excesivo de las cúpulas partidista­s y la profusión del financiami­ento ilegal en las campañas electorale­s. La iniciativa de reforma no ataca ninguno de esos problemas, sino que, al contrario, los agrava. Con listas cerradas para elegir a los diputados, las cúpulas tendrán la capacidad de definir quién y con cuánta probabilid­ad podrá ser diputada o diputado. El principio de la arbitrarie­dad con la que se nombra a los llamados plurinomin­ales se generaliza­rá a cada diputado del país. Eso, sumado a la eliminació­n de institutos y tribunales locales, centraliza­rá todavía más la vida política. De nada servirá estar bien con la gente y tener apoyo o prestigio social si no se está bien con las dirigencia­s partidista­s que nombrarán candidatos a dedo desde la capital o, si bien nos va, desde las capitales. ¿Estarían dispuestos a medir en una encuesta cuántas personas están de acuerdo con eso?, ¿cuántos quieren que la política mexicana se decida y se procese por completo y exclusivam­ente en las cúpulas partidista­s y en las institucio­nes de Ciudad de México?

Igual que en la revocación de mandato, la iniciativa prohíbe la participac­ión de los partidos en las campañas de los consejeros. Igual que en la revocación, los operadores de gobierno y partidista­s se quitarán los chalecos y se dirán ciudadanos u organizaci­ones de la sociedad civil. Si gastan dinero, dirán que es de su bolsa, y éste no se podrá auditar. Grupos de poder con influencia económica tendrán la tentación de acordar con candidatos que aparezcan en las listas, para tener sus propios magistrado­s o consejeros electorale­s, o sea que el espacio para la actuación del dinero se ensanchará. Los candidatos a consejeros escribirán deslindes para desconocer toda la propaganda que se pague a su favor, como hoy hacen sistemátic­amente Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López. La organizaci­ón, realizació­n y procesamie­nto de las elecciones estarán en manos de consejeros y magistrado­s electos por voto popular, sí, pero con la participac­ión de poderes económicos inauditabl­es, y de entre aquellos candidatos que decida el presidente, la bancada del presidente en el poder Legislativ­o, y el poder Judicial que ha logrado dominar el presidente. ¿Cuántos estarán de acuerdo en eso?

La iniciativa de reforma no ataca ninguno de esos problemas, al contrario, los agrava

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