La importancia nacional del gol
México es más guadalupano que futbolero, desde luego. Porque, miren, en el culto a la virgencita participan ardorosamente millones de mujeres a las que jamás les interesará apoltronarse en las gradas de un estadio, cerveza en mano (así de piadosa como es la grey en el segundo país más católico del planeta, doña Iglesia no obliga, por fortuna, a la abstinencia ni impone tampoco tremebundas prohibiciones así que, hasta nuevo aviso y salvo que sean las autoridades civiles las que decidan ponerse en modo fundamentalista, el jubiloso consumo de chelas y otras bebidas espirituosas es perfectamente lícito y legal en los templos donde se sacraliza el balompié) —cerveza en mano, repito—, para mirar un Necaxa-Cruz Azul o, llegado el acaecimiento de un Mundial, un Bélgica-Honduras.
Este hecho, justamente, el de que las mujeres de la nación mexicana no se reúnan cada fin de semana en la cantina con sus amigotas (femenino de «amigotes», con el permiso de ustedes) para mirar juntas los partidos de la Liga MX (o, de plano, los de la Premier, a manera de pretexto para confraternizar también los miércoles o los jueves), es el que puede explicar, con toda seguridad, la divergencia estadística entre la veneración guadalupana y el paganismo futbolero.
Ahora bien, en oposición a esas tribunas de Musulmania pobladas exclusivamente de toscos machos de la especie, en México vemos cada vez más mujeres en el graderío, algunas de ellas muy informadas como aquella señora, en el estadio Victoria de Aguascalientes, que llegó a recitarme las alineaciones de no sé cuántos equipos en su condición de auténtica enciclopedia futbolística.
De esto va el tema, señoras y señores: el balompié ha alcanzado un lugar absolutamente prominente en nuestra vida pública y de ahí se deriva, a su vez, la importancia cultural del gol, sobre todo cuando en la cancha no juega un equipo de barrio sino, como ahora que estamos viviendo el Campeonato del Mundo, el representante plenipotenciario de la mexicanidad.
A falta de espacio para seguir garrapateando estas cogitaciones sobre los tantos del Tri —se celebran en la mismísima Columna de la Independencia, no lo olvidemos— seguiremos con la cuestión en el próximo artículo, amables lectores.
Sobre todo cuando en la cancha no juega un equipo de barrio sino...