Afrontar el deterioro
La política mexicana está teniendo una mala relación con su vejez. Rechaza tres de sus frágiles e incompletas conquistas, la civilidad del Estado, las estructuras de arbitraje electoral y la rendición de cuentas. Los esenciales de un país con aspiraciones decentes. El proyecto de Palacio se disfraza de adolescencia para pasar a una historia que no alcanzó de joven. Se aferra al espíritu de la inmadurez, donde la pantomima de seguridades es incapaz de asimilar la ventaja del tiempo: el aprendizaje.
No se trata de un asunto de años, aunque están en la canasta de reciclajes. Los mismos nombres, caras y pasados. ¿Cuánta modernidad cabe en un país fascinado por un político producto de las peores facetas del sistema nacional?
Entre un comunicado pendenciero de la Secretaría de Hacienda y la declaración delirante de quien ocupa la silla de titularidad en la Comisión de Derechos Humanos, se enaltece el modo regresivo a la infancia política. Dos exhibiciones de las formas anquilosadas de un país que debimos dejar atrás. El de la lealtad entendida como virtud ciega.
Una pelea por la vara más larga se coloca en el centro de la discusión pública. Mi marcha contra la suya. Voces haciendo mofa de lo ciudadano, ¿para qué recurrir a un concepto lleno de significados cuando es tan cómoda la ambigüedad vacía del pueblo? Si no fuera suficiente que la política más avejentada se vista de una falsa transformación moral, nuevas generaciones replican los discursos de la voz patriarcal. Ahí no cabe ninguna intención fuera de lo primitivo en las certezas de la identidad.
Como en los cuerpos, la política en su vejez se hace naturalmente vulnerable. Su deterioro no es físico sino argumentativo, rechaza la evidencia en el convencimiento de sí misma y recurre a los modos de su experiencia: el insulto, la deslegitimación, la cooptación. Su mera posibilidad debería ser suficiente para rechazar el riesgo clientelar arraigado en nuestra cultura.
¿Cuántos años nos tomará entender la falta de solidez en una manifestación convocada desde el poder y con todos los instrumentos del Estado? La distribución de insumos es la base arcaica de la democracia mexicana. A la gente, a los funcionarios, a los militares.
Como en los cuerpos, la política en su vejez se hace naturalmente vulnerable