El combate imaginario a la oligarquía
El presidente es un auténtico Quijote desafiando a los molinos. Habita en un universo paralelo, repleto de símbolos y de historia. Su Gobierno llama a la épica, pero la traiciona en los hechos
¿Cuál es la diferencia entre el animal y el ser humano? Esun“enigma”quehemos debatido por siglos. Hay desde quien considera que es el alma (la visión religiosa) hastaquiendicequenadanosdiferencia. Una de las mejores disertaciones sobre el tema es la del filósofo Ernest Cassirer. El polaco considera que el hombre es un animal simbólico. Una especie capaz de desplegar un auténtico universo simbólico que dota de sentido a la existencia. Según Cassirer, el simbolismo explica la capacidad de adaptación del hombre. Una idea interesante que Gregory Barnes ha contemporizado como “historias”. El hombre es un animal que se cuenta historias -símbolos. Nadie puede negar el peso de los símbolos en la vida: el dinero es un símbolo -que funciona porque todos lo aceptamos; las fronteras son símbolos; los semáforos en la calle también lo son. Habitamos rodeadodehistoriasquesimbolizanconsensos humanos.
Por ende, la política también es una construcción simbólica. Y pocos entienden tan bien dicha dimensión como López Obrador. El presidente se ha empeñado, durante más de mil mañeras y mítines, en edificar un monumento simbólico que le permite dotar de épica a su proyecto. Tal vez su símbolo más preciado es uno que podemos resumir así: somos el pueblo en el Gobierno y hacemos frente a una minoría rapaz que ha saqueado al país. Cito textualmente de su discurso en el contexto del 85 aniversario de la Expropiación Petrolera: “no aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.
¿Cómo le ha ido a la oligarquía mexicana con López Obrador? ¿Sonmenosricosymáspoderosos queantes?¿Esaminoríarapazya no se impone? Spoiler: no.
Las fortunas de los multimillonarios en México han crecido desde 2018. De acuerdo con Oxfam, tras el covid, la fortuna de los 15 magnates mexicanos creció en 645 mil millones de pesos. El prototipo del empresario consentido es Ricardo Salinas Pliego. El mandamás de Televisión Azteca incrementó sus ingresos en 56% sólo de 2018 a 2019, primer año del gobierno de López Obrador. De la misma forma, su Banco Azteca se encarga del jugoso negocio de dispersión de los programas sociales. Sólo de eso se lleva 300 millones de pesos anuales. No sólo no paga los impuestos que debería de pagar, sino que se lleva una tajada del presupuesto público. Las grandes fortunas del país han sido intocadas. Ni una reforma fiscal medianamente progresiva se ha atrevido a proponer el presidente que ama al pueblo. Y esqueamaalpuebloquepuedeser suclientela,peronoaaquelquereclama mejores servicios públicos como hospitales o escuelas.
Sigamos con la oligarquía que está feliz, feliz, feliz. Mientras las clasespopularesyclasesmediasen México tienen que aguantar la inflación y el incremento vertiginoso de las tasas de interés, la banca se está forrando. Tomando los datos de la Comisión Nacional BancariaydeValores,losbancostuvierongananciaspor212milmillones depesosen2022.Ylascosassiguen mejorando para los bancos: la utilidad de estas entidades financiero creció 33% sólo en enero de 2023. ¿Y el presidente se mete con ellos? ¿Proponeimpuestosolespidealos bancos que mejoren sus servicios? Nada de nada.
Como bien lo ha declarado el propioMarceloEbrard,ungobierno que ama al pueblo debería aspirar a crear una clase media más sólida y extensa. Realmente eso no ha pasado. El 1% de los más ricos de México están encantados con López Obrador. De acuerdo con Oxfam: Entre 2019 y 2021, de cada 100 pesos de riqueza generada, 21 fueron a dar al 1% más rico, mientras que el 50% más pobre del país solo obtuvo 40 centavos. No veo la redistribución por ningún lado. Los magnates multiplican su riqueza; la banca y el sistema financiero multiplican sus ganancias; el 1%másricoesmásricoqueconPeña Nieto o Calderón. La oligarquía goza de cabal salud.
Lamentablemente, el modelo obradorista es migajas para los de abajo-programassocialesparaque estén agradecidos y voten- mientras la chuleta gorda cae para los de arriba. ¿Bajo qué lógica podemos afirmar que no se impone más una minoría a costa de las mayorías?
López Obrador ha combatido narrativamente a la oligarquía. Ha combatido a periodistas e intelectuales. Ha combatido a los espacios autónomos que no se pliegan. Sin embargo, el poder material -de estepaís-estáintocado.Lasoligarquías, los verdaderos ricos y no las clases medias, dejan que López Obrador saque a pesar su instinto populista, mientras no cambie de fondo las reglas del juego.
Cada que escucho a López Obrador asemejarse a Lázaro Cárdenas temo que el símbolo se merendó al político. Cada que piensa en la sucesión -Múgica o Ávila Camacho- me preocupa que sus razonamientos ya no tengan nada que ver con la realidad y el contexto actual del país. Cada que quitalabanderadelZócaloporque esaleperteneceaMorena,mepreocupa que el nacionalismo ramplón se torne en autoritarismo. El fondo de la cuestión es que la autollamada Cuarta Transformación nofueunproyectorevolucionario, sinouncontinuadordetendencias con un elemento adicional muy preocupante: el Estado mexicano es hoy más débil que en el pasado para enfrentar a aquellos que buscan someter al interés general. Su política de destrucción institucional ha supuesto el debilitamiento
_ del Estado mientras veíamos la consolidación del presidente comosoldelsistemapolítico.EnMéxico no se gobierna para una mayoría. Eso sólo está en la cabeza del presidente.