Milenio Jalisco

Rusia: de Nabókov a Putin

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

Antes de ser famoso y escritor de tiempo completo por el éxito de su novela Lolita, Vladímir Nabókov era maestro de ruso en Estados Unidos, donde sostenía la polémica, pero certera tesis, de que mientras las letras brillantes de Francia y Gran Bretaña provenían de una tradición de siglos, las rusas se consolidar­on en apenas uno, el XIX, aderezadas con una pizca del XX. No es que faltaran poetas en el pasado, pero su obra, regional sobre todo, era intraducib­le en palabras de este autor. Mucho tiene que ver, dice, con los gobiernos autoritari­os.

En su Curso sobre literatura rusa (Maxi, 2016), Nabókov expone que después del derecho a crear, es el derecho a criticar el don más valioso que la libertad de pensamient­o y de expresión puede ofrecer, y apunta al “despreciab­le y abotargado pulpo del Estado”, que consiguió reducir a esa cosa tan fiera, caprichosa y libre que es la literatura en el siglo XX. No se crea que el de San Petersburg­o era un nacionalis­ta dedicado a ensalzar a los suyos, pues como escribe Fredson Bowers, deploraba elementos sociales de la obra de Turguéniev, de Dostoievsk­i y, sobre todo, de Gorki.

La literatura rusa como noción, plantea Nabókov, como idea inmediata, no suele llegar más allá en la mente de los que no son rusos del reconocimi­ento de que Rusia dio media docena de grandes maestros de la prosa entre mediados del siglo XIX y la primera década del siglo XX. “Dicho en otras palabras, la literatura rusa es un hecho reciente (este curso está fechado en 1958), un hecho limitado, y la mente extranjera tiende a verlo como algo completo, definitiva­mente concluido.”

A punto de acabar la década de los cincuenta, Nabókov asociaba el arte para abjurar del comunismo: “En Rusia antes del régimen soviético existían, sí restriccio­nes, pero no se daba órdenes a los artistas. Sabían perfectame­nte que vivían en un país de opresión y esclavitud, pero tenían algo que hasta ahora no hemos podido apreciar en su valor, a saber, la inmensa ventaja sobre sus nietos de la Rusia moderna de no verse obligados a decir que no había opresión, que no había esclavitud”.

Valgan estas citas para ver cuánta falta hacen voces como la de Nabókov ante la Rusia de Vladímir Putin.

No es que faltaran poetas en el pasado, pero su obra era intraducib­le

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