Milenio Jalisco

CON PELOS Y SEÑALES

- ENRIQUE SERNA* * Autor de

ya llegaron las flores que dan vértigo, ven y serás glorificad­o/. Ya retumba el tambor: sea el baile: con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón”.

Menos potente que los hongos alucinógen­os, el poyomatli mezclado con tabaco o disuelto en chocolate quizá permitía a los poetas controlar su propio delirio, una condición indispensa­ble para “poner las palabras de pie”, la misión del poeta prehispáni­co según Miguel León Portilla. Algunos indicios razón lo gustara/ mi vida se embriagarí­a”. La atmósfera dionisiaca evocada en estos versos sugiere que el hongo mágico soltaba las amarras del corazón, ya fuera en el canto o en el petate.

La alabanza de las flores en la poesía náhuatl es un tópico tan reiterado que puede fastidiar a un lector moderno. Para elogiar, por ejemplo, a un guerrero águila, se le llamaba “flor de los escudos”, los campos de batalla se regaban con flores de sangre y los propios cantos eran tentativas por crear flores inmarcesib­les, perfeccion­ando la tarea de los dioses. La rosa es la flor poética por excelencia, y al parecer los antiguos mexicanos la estimaban tanto como los europeos. El consumo de poyomatli deja entrever que las rosas mezcladas con espumoso cacao embellecía­n también los jardines del pensamient­o. La rosa con hongos es una rosa enferma, pero los mexicas, intuyeron, antes que Baudelaire, el encanto encerrado en las flores del mal.

Que yo sepa, el poyomatli desapareci­ó junto con la civilizaci­ón prehispáni­ca, pues nadie lo consume en la actualidad, como sí sucede, por ejemplo, con el peyote o la extensa variedad de hongos alucinógen­os (derrumbes, pajaritos, etcétera) recolectad­os en los bosques México. ¿Las técnicas de cultivo introducid­as por los españoles erradicaro­n el hongo de la rosa? ¿Los insecticid­as le dieron la puntilla? ¿No habrá manera de resucitarl­o en algún laboratori­o? Lo que sí ha prevalecid­o es la combinació­n del chocolate con sustancias psicotrópi­cas. Existe un mercado negro de chocohongo­s y algunos adolescent­es eternos se han aficionado al chocomilk con mota, en busca de la juventud que perdieron o malograron. Es difícil imaginar las veladas bohemias de los poetas prehispáni­cos

volverán._ sin suspirar de nostalgia. La extinción de un paraíso artificial puede ser benéfica en términos de salud pública, pero junto con él muere una fuente de intuicione­s y ensueños que tal vez nunca

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