Cacarear a Novo
Hubo siempre locas en México”, inicia el ensayo de Salvador Novo Las locas, el sexo y los burdeles. El fuego les llovió a los sodomitas desde la Biblia, desde los tiempos del poeta Nezahualcóyotl —sentenció “que si se averiguase ser algún somético, muriese por ello”— y desde que algunos poetas del grupo Contemporáneos quisieron levantar la cabeza frente a los muralistas, los estridentistas y los escritores de la Revolución mexicana. Ante eso Novo jamás inclinó la cabeza y levantó la sátira como arma letal contra sus adversarios.
El poeta Luis Felipe Fabre —autor de La sodomía en la Nueva España, sin duda uno de los mejores libros de poesía que se han escrito en nuestro país—, coloca a Salvador Novo en el Mictlán, recordando su vida, pasiones y poemas, en un escenario donde la palabra “mierda” se repite hasta el cansancio. La escatología ayuda poco a entender las intenciones del montaje en el que lo destacado son las actuaciones de Tito Vasconcelos y Pedro Kominik, a pesar de la sórdida propuesta expresionista y de un texto donde lo salvable son los poemas del vituperiado.
¿Por qué tanta caca? ¿Porque Paz escribió que Novo “escribió con caca”? ¿Por irreverencia al lenguaje? Me atrevo a decir, ¿por qué hay una homofobia disfrazada de culteranismo que pretende ironizar y homenajear al poeta? La propuesta escénica se pierde en la duda de los espectadores que, si bien ríen con el escarnio que Novo hace de sí mismo, se aburren con la pobreza de la repetición lingüística, con el montaje de los directores Benjamín Lazar y Thomas González, que pretenden el preciosismo de lo popular como sinónimo de entendimiento.
Anuncian la puesta como una “mordaz rapsodia acompañada por boleros”, cuando apenas hay un declamador de poemas de Novo y un intérprete de Novo que se mofa hasta la saciedad de su figura y detesta no estar en la literatura universal, sí, dentro de la literatura mexicana, amén de otros lugares comunes de la culturita nacional. Acaso el bolero como género sana en parte la aburrición del texto y el montaje. Una farsa sin teatro. Un teatro sin dramaturgia. Apenas el deseo de jugar a la puesta en escena. Una boutade —dice la RAE: “pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar”— dirían los franceses. A lo mejor en un cabaret pueda apreciarse mejor este espectáculo que en el teatro El Galeón.
Hay algo de vulgar en la puesta, más por la estridencia del texto que por la dirección. Tito hace lo que puede con la prosa que le exigieron hiciera lo imposible por actuar. Pedro Kominik sale mejor librado porque el verso de Novo —cantado magistralmente— se ve en toda su potencia. Novo pierde con Fabre la posibilidad de reivindicarse. Inexplicable, pero pasa. No se puede cacarear a Novo sin su poderoso verbo altisonante. Ni escribir monólogos para que Novo se convierta en su propio enemigo, incapaz de defenderse de quienes lo denostaron. Cuiloni contra cuiloni también es homofobia.
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