Arte y voluntad
¿Qué es un artista? ¿Cuáles son su ser y hacer? A través de la historia hemos tenido respuestas siempre en correspondencia al contexto en que realizamos estos cuestionamientos. Durante su visita a México, el pasado 7 de julio la bailarina Elisa Carrillo realizó una serie de comentarios muy desafortunados para “explicar” el Premio Benefactor de las Artes que su fundación entrega este año al gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, para reconocer a las personas “que apoyan muchísimo a la Fundación Elisa Carrillo”. Los cuestionamientos hacia la bailarina giraron en torno a la grave situación que atraviesa el estado declarado en alerta por violencia de género y a lo que solo atinó a decir que el país debería enfocarse en el camino “de luz”.
¿Cuáles son el ser y hacer de un artista? La primera condición indiscutible es estar vivos, independientemente de la corriente filosófica a la que nos adscribamos, si es que esa disertación nos atraviesa por lo menos una vez en la vida.
Definir nuestro ser y quehacer depende de la concepción que se tiene del ser humano y su relación con el mundo. Se puede hacer arte como imitación, como expresión, propaganda, creación–acción, como pedagogía o como entretenimiento; cada una exige una reflexión del entorno y una ubicación concreta desde la que se hace arte. No existen limbos como espacios creativos, ni manos divinas que guían el quehacer de los artistas.
Para Nietzsche, el arte es un principio del que surgen los valores. Así, cada sociedad, en relación directa con su contexto, producirá sus valores y afrontará las consecuencias que ellos producen. El arte es un camino a la comprensión de lo real y a través de ella se filtra lo que el filósofo denominó el ser del mundo.
Muchos bailarines en México proyectan este ser del que habla Nietzsche en sus procesos creativos, con distintos estilos y técnicas. No hablo de panfletos, sino de una poética de su quehacer artístico en relación con la realidad que innegablemente les atraviesa.
Obviar la tempestad que sorteamos como país y proponer al arte como camino de evasión y no como una fuerza que deviene voluntad de pensar el mundo que tenemos, así como de accionar por el que queremos, resulta muy desafortunado. El país requiere de artistas comprometidos con su realidad, más allá de visiones altruistas.