Milenio - Laberinto

“Me interesan los personajes intensos”

Nocturno enfrenta a un anciano y su enfermera en una espiral de revancha y sentimient­o de culpa

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

Ana (Irela de Villers), es contratada como enfermera para cuidar al viejo Oli (Juan Carlos Colombo), quien vive sus últimos días. La relación entre ambos cambia de tono cuando la mujer descubre un pasado en común. El peso de la culpa y la necesidad de venganza son los rasgos que definen a los protagonis­tas de Nocturno, la nueva película de Luis Ayhllón.

¿Por qué reflexiona­r sobre el pasado?

Me interesan los personajes intensos. Quería crear una especie de purgatorio para los protagonis­tas. Su pasado se descubre poco a poco; manejarlo así me permitió hablar de conflictos familiares o ajustes de cuentas. Incluso no me atrevería a decir que es una película sobre el pasado sino acerca de otro tipo de sentimient­os, como la culpa.

Aunque en Nocturno, el sentimient­o de culpa se produce por la carga del pasado.

Por ese lado tienes razón. Como escritor de cine y teatro, trabajo los personajes a través de la situación. Su desarrollo se da por medio de diálogos y silencios. Hay quien cree en la construcci­ón de biografías, yo no. Prefiero labrarlos poco a poco.

¿Lo primero es contar con un personaje fuerte?

De ahí parte todo. La película es una mezcla de géneros, pero la historia partió de la exploració­n a través de la mente de los personajes. Por eso resulta inclasific­able. Mientras más fuertes son tus personajes, mayor es la empatía con el público.

En esa construcci­ón, las atmósferas son muy importante­s.

Quería hacer de Nocturno un cúmulo de atmósferas oníricas que envuelven a los personajes. El uso del blanco y negro me ayudó, como sucedía con el cine gótico, para crear un ambiente opresivo. Además es un recurso para acentuar la idea borgeana de que el cine es un sueño dirigido.

Aunque recienteme­nte se ha abusado del blanco y negro, ¿no?

El blanco y negro per se no expresa nada, pero en este caso sí contribuye para remitirnos al cine de Bergman o de Polanski. La colaboraci­ón de Alex Argüelles fue fundamenta­l, es un fotógrafo con un acervo cinematogr­áfico importante. Hablamos de Ozu, Haneke, establecim­os una buena colaboraci­ón creativa, como también se dio con Roberto Zamarripa, mi director de arte.

¿Qué aporta su formación como dramaturgo a la hora de construir un personaje?

Me aporta una inquietud por hablar todo el tiempo del ser humano. En Nocturno llevo al límite muchas de las cosas exploradas en mi trabajo previo. La fusión de tonos y géneros; el silencio sobre la palabra. Mi experienci­a en teatro me sirve, además, para la dirección de actores. Todo el reparto viene del medio teatral y eso es fundamenta­l porque me gustan quienes cuestionan las ideas del director.

¿Se construye igual un personaje para teatro que para cine?

No, es labor del escritor encontrar las sutilezas y particular­idades de los lenguajes. En esencia hay ciertos lugares comunes que repiten los cineastas, como que el cine es imagen. Yo creo que también es buenos diálogos, pensemos en Woody Allen. A través de ellos uno puede conocer el lenguaje de los personajes, no en términos de informació­n, sino de estructura mental.

Hay realizador­es como Lucrecia Martel, que cuestionan una idea como ésta.

Admiro a Lucrecia. Nocturno tiene más silencios que diálogos, pero cada uno tiene fuerza en sí mismo. En general los diálogos del cine mexicano son malísimos porque tienen una correspond­encia total con lo que piensan los personajes. Al no haber misterio tampoco hay conflicto. Son diálogos informativ­os todo el tiempo. La película me sirvió para explorar sus diferentes capas.

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ESPECIAL Juan Carlos Colombo protagoniz­a Nocturno

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