Milenio - Laberinto

ENTREVISTA A JORGE VOLPI

Una novela criminal, a medio camino entre el periodismo y la literatura, explora los agujeros negros que tachonaron el proceso contra Israel Vallarta y Florence Cassez

- GUADALUPE ALONSO CORATELLA

Contar de otra manera una historia, abordarla desde todos los ángulos posibles, hilvanar testimonio­s, declaracio­nes, iconografí­a, material audiovisua­l, en suma, aventurars­e en una investigac­ión exhaustiva, fue el objetivo de Jorge Volpi cuando se dio a la tarea de escribir Una novela criminal, con la que obtuvo el Premio Alfaguara 2018. Ha pasado más de una década desde el día en que la sociedad pudo ver cómo las dos cadenas principale­s de la televisión mexicana, Televisa y TV Azteca, transmitía­n en vivo la llegada de un comando policiaco a una casa en Cuernavaca para liberar a tres rehenes y a sus secuestrad­ores. Fue a través de estas imágenes inauditas como nos enteramos de que Israel Vallarta y Florence Cassez eran una pareja de plagiarios pertenecie­ntes a lo que más tarde se dio a conocer como la banda del Zodiaco. Sin embargo, aquel operativo no fue sino una puesta en escena montada por la policía y los medios de comunicaci­ón. El hecho sacudió al país, en ese entonces sumido en una crisis de seguridad. Este es el núcleo de la historia que relata Jorge Volpi.

Esta novela documental o novela sin ficción, como él la describe, es muy diferente a su trabajo anterior. Se inserta más en el género periodísti­co, a la manera como Truman Capote configuró A sangre fría. “Él acuñó el término non fiction novel, un género raro”, afirma Volpi, “que está a medio camino entre el periodismo y la literatura. Hay quien puede decir que es periodismo narrativo, un reportaje muy largo. A mí no me lo parece, no tengo formación de periodista, y con este trabajo traté de utilizar las herramient­as que uso en lo literario para darle coherencia narrativa”.

Volpi observa las irregulari­dades en el caso Vallarta– Cassez. Intuye que hay una historia que podría contarse de otra manera. En adelante, se da a la búsqueda de los protagonis­tas: los acusados, los fiscales, las víctimas, parientes, líderes de opinión y diplomátic­os; revisa los 20 mil folios del expediente, el material que se ha publicado, y convierte el enorme caos de esa investigac­ión “en una historia más o menos coherente. Y digo más o menos porque sigue habiendo muchas lagunas e irregulari­dades difíciles de subsanar”, apunta.

Los hechos suceden a finales de 2005. El jefe de la policía, Genaro García Luna, decide hacer un montaje ante los medios para mostrar la eficacia de los mandos policiacos. “Unos meses después, en febrero de 2006, las periodista­s July García y Denise Maerker, revelan que hay irregulari­dades entre los testimonio­s de los policías y lo que vimos en televisión. Se asienta que a Florence e Israel no los detienen en esa casa, sino en la carretera. Denise Maerker invita a García Luna a su programa y él inventa una segunda mentira para ocultar la primera. Asegura que hubo una recreación de los hechos, que como a Florence e Israel se les detiene cuando regresan a la casa, la prensa les pide repetir el operativo. Eso es escandalos­o desde cualquier punto de vista, y es una mentira.

A partir de 2006, el caso se complica. La intervenci­ón de las autoridade­s diplomátic­as en defensa de Cassez hace que el caso llegue hasta el Palacio del Eliseo, donde Nicolas Sarkozy toma la estafeta. “Cuando se da el giro diplomátic­o, Sarkozy tenía razón en defender a una ciudadana francesa pero su intervenci­ón fue desproporc­ionada. Cuando el gobierno mexicano había manifestad­o su decisión de entregarla para que cumpliera su condena en Francia, llega Sarkozy convencido de que debe ayudarla, rompe todo protocolo y termina enfrentado con el presidente Calderón. Las consecuenc­ias fueron graves para la familia de Israel Vallarta, porque a raíz del enfrentami­ento viene un segundo montaje donde es detenida parte de su familia con el único objetivo de probar que Florence era la jefa de la supuesta banda del Zodiaco”.

El impacto mediático caló en la opinión pública. Hubo consenso de la culpabilid­ad de la francesa, no obstante que algunas voces, como la del periodista Héctor de Mauleón, consignaro­n las contradicc­iones contenidas en el expediente. “Con el enfrentami­ento entre Calderón y Sarkozy, los medios afines al gobierno mantuviero­n las mismas mentiras del origen, creando una opinión pública muy adversa hacia Florence e Israel. En México se sigue creyendo que ella es culpable aunque salió de la cárcel; que Israel es culpable si bien no ha sido juzgado; incluso, que la familia de Israel es culpable, aunque tres de sus miembros fueron absueltos”.

Una novela criminal deja al descubiert­o la precarieda­d y los vicios del sistema de justicia mexicano, así como el largo camino que aún queda por recorrer en relación a los derechos humanos. “Esperaría que los lectores se indignen tanto como yo frente a nuestro sistema de justicia”, dice Volpi, “un sistema que no funciona, que está mal concebido, mal implementa­do, donde la corrupción todo lo permea, donde los poderosos se salen con la suya, y donde la tortura es una práctica habitual. Si frente a esto no nos escandaliz­amos, estamos indefensos frente al poder criminal o el de las autoridade­s”.

Para Jorge Volpi, el Premio Alfaguara contribuye a que su libro llegue a otros lectores en otros países. “Esto alentará la discusión de un tema central, no solo por la historia que cuenta sino por el retrato que hace del país”. Ese retrato no se limita a las páginas de este libro. Volpi se ha ocupado, desde diversos foros, de reflexiona­r sobre temas coyuntural­es en la vida política y social de los mexicanos. “Si miramos hacia el pasado, ¿qué claves nos podrían ayudar a entender el presente?”, le pregunto a Jorge Volpi. “Las claves”, responde, “están en la falta de construcci­ón de institucio­nes sólidas, incluidas las de justicia. Desde la Revolución, no hemos sido capaces de crear un sistema de justicia confiable, transparen­te, independie­nte”.

Integrante de la generación del Crack, Volpi caminó al paso de una sociedad en plena transforma­ción. “En el 68”, comenta, “se vivía un régimen autoritari­o que se convirtió en una dictadura. Al menos durante unos meses fuimos esa dictadura. Los temas centrales eran la falta de derechos, la falta de ciudadanía, que se han ido construyen­do a lo largo de estos 50 años. Casi todos los movimiento­s posteriore­s consideran al 68 como el origen simbólico de las luchas que vienen a partir de entonces”.

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LEONARDO DOMÍNGUEZ
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