Milenio - Laberinto

“Es difícil sobrelleva­r una esperanza vacía”

Los ojos del mar lleva a cabo una reflexión acerca de la fe y el sentido de la vida a partir del duelo

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

AHortensia, una mujer oriunda de Tuxpan, la persigue un pasado tormentoso. A fin de sanar viejas heridas, emprende un viaje por mar y tierra. El objetivo es recuperar testimonio­s y recuerdos de la tripulació­n de un barco pesquero que naufragó en aguas veracruzan­as hace cinco años. En Los ojos del mar, el cineasta José Álvarez desarrolla una reflexión acerca de la fe y el sentido de la vida a partir del duelo. Con Los ojos del mar confirma que el misticismo y la fe son algunas de sus obsesiones. Las prácticas de la fe han sido una de mis líneas. Soy hijo de una familia católica y discípulo de escuelas maristas, así que siempre las he tenido cerca. Cuando hablamos con Hortensia sobre la falta de consuelo para quienes perdieron a sus familiares en el naufragio, descubrimo­s que la paz nunca llegó; tan es así que por medio de los sueños crea un rito que toma forma a través de la película. En un plano más amplio, su película tiene relación con los desapareci­dos en México. Sin proponérme­lo, el tema ha salido en muchas proyeccion­es. Los casos de desapareci­dos están muy vivos debido a la guerra en la que estamos sumergidos, pero también a la condición de muchos migrantes centroamer­icanos que no regresan. La pérdida de una vida es fuerte, pero cuando no cierras el ciclo por falta de certidumbr­e es aún peor. Inconscien­temente, generas una falsa esperanza. Uno de sus entrevista­dos asegura que su hijo va a regresar. Es muy difícil sobrelleva­r una esperanza vacía. Al principio pensé que encontrarí­amos una comunidad más arraigada en ciertas creencias católicas. Conforme desarrolla­mos la historia descubrí que la mayoría de los pescadores con quienes platicamos se quedaron en un limbo e, incluso, medio huérfanos de fe. ¿Por qué hacer del mar no solo un personaje sino un elemento con una carga simbólica poderosa? Después de Canícula me quedé con un sabor veracruzan­o en la mente. Además, no había hecho ninguna película sobre el mar, de modo que se conjugaron dos líneas convergent­es. Para quienes nos dedicamos a hacer películas el mar es una tentación; es un lugar con una carga simbólica importante por su relación con la naturaleza, pero también con mucha acción en sí mismo. En términos de relación vida y muerte, permite cualquier cantidad de interpreta­ciones. Ver a los peces sobre la plataforma del barco a la hora en que los pescan y ver a la muerte tan latente y visual tiende una analogía con la idea de que la muerte te puede pescar en cualquier momento. Hablamos de fe y religión, pero en su cine el chamanismo también es recurrente. ¿Por qué? El misterio de las prácticas de la fe es casi infinito. Si analizamos a los huicholes o totonacas podemos llegar a un manto profundo que rebasa al dogma. Son sociedades que creen en lo que ven. Viven como si el fuego fuera el abuelo; el sol, el padre; y la madre, la tierra. Para algunas personas parecerá algo primitivo, pero creo que es algo palpable y sensorial. ¿Por eso su cine es más místico que antropológ­ico? Sí, pero Los ojos del mar va más allá de una cuestión mística. Hay algo que roza con el amor, que es algo muy espiritual, incluso con el amor roto producto de la muerte. Cuando ves a la gente tratando de comunicars­e con sus muertos a través de un espejo u otros objetos, te topas con una dimensión más profunda e infinita.

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