Heridas del individualismo
Desde la primera imagen sentimos curiosidad. Cámara vaga por el paisaje nevado, una suerte de escenario en el que irrumpe Alyosha, protagonista de Sin amor. En esta película Andréi Zvyagintsev continúa elaborando sus influencias: la literatura rusa. Esta primera imagen, por ejemplo, las tomas del bosque nevado en una mañana de noviembre, el río sin arrugas y el cielo azul, recuerdan el capítulo de Guerra y Paz en que el príncipe Andréi toma conciencia de que morir no debe ser tan malo. Además, el nombre del niño, Alyosha (diminutivo de Alexei), remite de inmediato al héroe de Los hermanos Karamazov. Si así fuera, la crítica a la sociedad contemporánea es doble. No se trata solo de que Sin amor esté haciendo un retrato descarnado de este modernismo que, habiéndose quedado sin Dios, se quedó también sin amor; la referencia a Dostoyevski parece decir que incluso alguien con el corazón de Alyosha Karamazov estaría condenado a muerte en el posmodernismo que ciertos sectores de Rusia quieren importar directamente de Occidente. Porque aunque no sé con exactitud las ideas culturales de Zvyagintsev resulta claro por Leviathan (2014) y por Elena (2011) que lo suyo es levantar la voz en contra de la modernización individualista. Me da la impresión de que este director, como tantos otros, dentro y fuera de Rusia, dudan de las bondades de la libertad así entendida. No se trata solo de que Sin amor sea un exaltado discurso en contra del divorcio; el desamor va más allá: los padres trituran al hijo solo porque les está quitando lo que entienden por libertad. La de tener amantes, beber y pasárselo bien sin tener que cuidar a un chico de doce años que, dice la mamá, “textualmente ha comenzado a oler como su padre”. Pero ¿vale la vida de un niño la libertad de su madre? Durante la escena más poderosa de la película ella orina mientras ofende al marido que se quedó fuera del baño. Le habla de todo lo que dolió el parto, le pide que se lo lleve, le dice que el niño le ha destrozado la vida. Cuando sale la mujer descubrimos que el niño ha estado escondido allí mismo. Y su cara no es de alguien adolorido. La actuación de Matvey Novikov es tal que vemos que escuchar esto le ha abierto una herida que no cicatrizará.