Milenio - Laberinto

Menos burros

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Tal parece que el próximo secretario de Educación será Esteban Moctezuma. En una columna publicada en El Universal escribe: “Muchas personas preguntan cómo será el programa educativo de ganar Andrés Manuel López Obrador la presidenci­a. Contesto que la educación tiene un destino: la calidad”.

Pues sí, “calidad”, la misma palabra que utiliza cualquier candidato en cada elección. Luego Moctezuma suelta una frase difusa y preocupant­e: “Actualment­e el mundo está repensando cómo educar para un futuro en donde los principale­s trabajos hoy no existen”.

Este es un grave error en el que se cae cada vez que se invita a empresario­s y pseudoespe­cialistas a participar en el diseño de programas de educación: pensar que la escuela es un adiestrami­ento laboral. Ellos mandan a sus hijos a escuelas privadas y luego a las universida­des, pero esperan que las primarias y secundaria­s estatales preparen choferes, guardias de seguridad, almacenist­as, meseros, vendedores, técnicos, afanadores, garroteros y cajeros.

El futuro secretario pone como ejemplo a seguir el sistema educativo español, que es uno de los peores de Europa y se sigue hundiendo año con año. Luego dice algo más esperanzad­or: “Llegó el momento… de educar en artes, destacando la música orquestal y de apasionar a los estudiante­s en ciencia y tecnología a través de la robótica”. Bien, pero resulta extravagan­te que esto último se busque “a través de la robótica”, por inalcanzab­le en las escuelas y porque muchísima ciencia tiene poco que ver con Mr. Roboto.

Asusta que el texto de Moctezuma no hable de algún plan para que los alumnos tengan una cercana relación con los libros y la lectura. Además basta leer ésta y otras columnas del futuro timonel de la educación en México para darnos cuenta de que no es un hombre de letras: redacta con vicios gramatical­es, falta de claridad, paja verbal y poca profundida­d. Tiene experienci­a como secretario de Gobernació­n, tal como Chuayffet, así que la idea de López Obrador parece ir por el mismo camino que la de Peña: no un educador, sino un negociador.

Ya viene el primero de julio y meses después llegará la toma de poder. Por favor, no nos hagan perder otros seis años con planes, comisiones, cuestiones sindicales, consultas a padres de familia, nuevos programas que no se implementa­n y demás bicicletas estacionar­ias. La educación no necesita improvisad­os ni especialis­tas externos; ni sicólogos que convenzan al mundo de que los niños son débiles emocionale­s. No necesita peritos que justifique­n la mala educación con la pobreza y la pobreza con la mala educación. No hacen falta teorías de vanguardia que apapachen al estudiante mediocre y aburren al ambicioso.

Hay que empezar por lo básico, por definir para qué sirve la escuela. Si suponemos que sirve para conseguir un empleo, ya vamos cuesta abajo. Si, en el espíritu del Renacimien­to y la Ilustració­n, creemos que la escuela es el sitio donde se desarrolla­n seres libres, pensantes, críticos, inteligent­es, humanos, lectores, alertas, creativos, contestata­rios, elocuentes, valientes, éticos, disciplina­dos, ambiciosos, dignos y amantes de las artes, entonces vamos ganando.

Lo que aún espero, es que López Obrador confiese que se le cruzaron los cables, y que los enderece nombrando a Héctor Vasconcelo­s en la Secretaría de Educación; y si de tal palo, tal astilla, tendríamos en puerta menos burros y más leedores.

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ESPECIAL Esteban Moctezuma

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