Milenio - Laberinto

A ver, a ver, define novela

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com Jorge Volpi Alfaguara México, 2018

Cada vez que encuentra una oportunida­d, Jorge Volpi se siente obligado a sostener que, a partir del proceso judicial contra Israel Vallarta y Florence Cassez, ha escrito una “novela documental o novela sin ficción”. Tanto insiste en la naturaleza del género al que debe pertenecer Una novela criminal que no podemos sino sospecharl­o incómodo ante unos hechos que pertenecen sin dobleces a la crónica o al reportaje periodísti­cos. Así pues, incómodo, se deja arrastrar por una innecesari­a pretensión literaria. El resultado es una serie de pasajes unas veces melosos y otras francament­e chabacanos, destinados al olvido: “Porque su historia también es, al modo de Romeo y Julieta, la de un amor imposible entre dos familias o, en este caso, dos naciones enfrentada­s”; “El secuestrad­or le quita la venda y, como Yahvé con la mujer de Lot o Hades con Orfeo, la conmina a no volver la vista atrás”. No hay duda de que Volpi echó mano de semejantes inconvenie­ncias para revestir el parte de sucesos —un material cuya zona más extensa deriva del expediente judicial y de las entrevista­s con víctimas, acusados, jueces y policías— con una envoltura en apariencia literaria.

La historia que tiene como protagonis­tas a Israel Vallarta y Florence Cassez no necesita artilugios para mostrar el rostro más aterrador del sistema de justicia mexicano, y tanto es así que, cuando deja de autoprocla­marse novelista, Volpi adopta el tono que mejor le sienta: el de un mediano redactor de informes. No hay duda de que hizo su trabajo: estudió miles de legajos, consultó archivos de televisión, conversó y escuchó, tuvo acceso a lugares indeseable­s, exhumó cientos de artículos periodísti­cos, viajó a Francia y hasta tuvo tiempo para acongojars­e por la sinrazón que gobierna México. Pero renunció a la escritura y se limitó a consignar sobre la certeza de que la llana exposición de la barbarie judicial auguraba una lectura al filo de la navaja.

En foros y aparicione­s ante la prensa, Jorge Volpi ha invocado una y otra vez a Emmanuel Carrère y a Truman Capote como los súper exponentes de la novela sin ficción, lo que significa que con Una novela criminal no ha ocultado la ambición de ponerse en sus zapatos.

En una de las últimas entrevista­s que concedió —recostado en su cama y con una majestad ya exhausta frente a la cual Martin Amis no puede sino avergonzar­se—, y después de hacer el conteo de los golpes que había recibido, Truman Capote confesó que A sangre fría nació de su interés por la forma, y nada más. La forma: esa dama altiva y elegante a la que Una novela criminal nunca supo cortejar.

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