A ver, a ver, define novela
Cada vez que encuentra una oportunidad, Jorge Volpi se siente obligado a sostener que, a partir del proceso judicial contra Israel Vallarta y Florence Cassez, ha escrito una “novela documental o novela sin ficción”. Tanto insiste en la naturaleza del género al que debe pertenecer Una novela criminal que no podemos sino sospecharlo incómodo ante unos hechos que pertenecen sin dobleces a la crónica o al reportaje periodísticos. Así pues, incómodo, se deja arrastrar por una innecesaria pretensión literaria. El resultado es una serie de pasajes unas veces melosos y otras francamente chabacanos, destinados al olvido: “Porque su historia también es, al modo de Romeo y Julieta, la de un amor imposible entre dos familias o, en este caso, dos naciones enfrentadas”; “El secuestrador le quita la venda y, como Yahvé con la mujer de Lot o Hades con Orfeo, la conmina a no volver la vista atrás”. No hay duda de que Volpi echó mano de semejantes inconveniencias para revestir el parte de sucesos —un material cuya zona más extensa deriva del expediente judicial y de las entrevistas con víctimas, acusados, jueces y policías— con una envoltura en apariencia literaria.
La historia que tiene como protagonistas a Israel Vallarta y Florence Cassez no necesita artilugios para mostrar el rostro más aterrador del sistema de justicia mexicano, y tanto es así que, cuando deja de autoproclamarse novelista, Volpi adopta el tono que mejor le sienta: el de un mediano redactor de informes. No hay duda de que hizo su trabajo: estudió miles de legajos, consultó archivos de televisión, conversó y escuchó, tuvo acceso a lugares indeseables, exhumó cientos de artículos periodísticos, viajó a Francia y hasta tuvo tiempo para acongojarse por la sinrazón que gobierna México. Pero renunció a la escritura y se limitó a consignar sobre la certeza de que la llana exposición de la barbarie judicial auguraba una lectura al filo de la navaja.
En foros y apariciones ante la prensa, Jorge Volpi ha invocado una y otra vez a Emmanuel Carrère y a Truman Capote como los súper exponentes de la novela sin ficción, lo que significa que con Una novela criminal no ha ocultado la ambición de ponerse en sus zapatos.
En una de las últimas entrevistas que concedió —recostado en su cama y con una majestad ya exhausta frente a la cual Martin Amis no puede sino avergonzarse—, y después de hacer el conteo de los golpes que había recibido, Truman Capote confesó que A sangre fría nació de su interés por la forma, y nada más. La forma: esa dama altiva y elegante a la que Una novela criminal nunca supo cortejar.