Milenio - Laberinto

“La militariza­ción nos pone en situación de riesgo”

Hasta los dientes revive el caso de los estudiante­s del ITESM asesinados por el ejército en 2010

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

En 2010, el gobierno mexicano informó de la muerte de Jorge Antonio Mercado Alonso y de Javier Francisco Arredondo Verdugo. Al principio se habló de ellos como sicarios, cuando en realidad eran estudiante­s de excelencia del Tecnológic­o de Monterrey que fueron torturados y asesinados por militares. Incluido en la programaci­ón del Festival de Documental Ambulante, Hasta los dientes, de Alberto Arnaut, es un filme que revisa lo sucedido ocho años después.

Su película toca el tema de unos estudiante­s asesinados en el ITESM en 2010. Casi una década después seguimos viendo ese tipo de noticias.

Me interesaba exhibir la película en este momento porque la violencia se está recrudecie­ndo. Lo sucedido con Jorge y Javier nos sirve para hablar de nuestro presente. Hace unas semanas tuvimos la desaparici­ón de Nefertiti y Grecia en Veracruz; después los estudiante­s de cine en Guadalajar­a. Las cosas no han cambiado, las autoridade­s siguen con la misma estrategia: apuestan por la militariza­ción del país.

¿Al planear la película se propuso como objetivo incidir en la realidad de este caso?

Pensamos la película como un homenaje a Jorge y Javier. Queríamos recordar que las víctimas de esta ola de violencia no son solo números, sino personas con historias de vida. Necesitamo­s cuestionar las versiones oficiales difundidas en los medios de comunicaci­ón tradiciona­les. Además, el proceso está abierto. Tres de los militares involucrad­os en sus muertes están en la cárcel, así que nos interesa incidir para que se les sentencie. Sin embargo, el objetivo central es motivar la reflexión acerca de los riesgos que implica tener a un ejército poco preparado en las calles.

Desde el título, la película pone sobre la mesa el tema de la criminaliz­ación de la víctima.

Lo acabamos de ver en el caso de Nefertiti y Grecia. Las asesinan y no tienen empacho en sembrarles armas para hacerlas pasar por delincuent­es. Lo mismo sucedió con Jorge y Javier. En lugar de asumir o reconocer que el ejército se equivocó e hirió a inocentes, decidieron cubrir el error con falsedades.

Una de las tesis de la película es que la intención de los militares era desaparece­r los cuerpos.

Creemos que intentaron desaparece­rlos para que nunca supiéramos dónde quedaron y se les diera el mismo trato que a los sicarios que murieron en la balacera. Con los chicos de Guadalajar­a se habla de que estuvieron en el lugar equivocado. El auténtico error está en la estrategia. La militariza­ción nos pone a todos en situación de riesgo.

Cuando se tiene un tono de denuncia tan frontal, ¿no es fácil caer en el maniqueísm­o?

La película surge porque yo conocí a uno de los chicos asesinados en el Tec de Monterrey, a Javier Francisco Redondo Verdugo. Era del pueblo de mi papá, Todos los Santos, Baja California Sur. Quería hacerle un homenaje y contribuir a limpiar su nombre. Cuando descubrí la investigac­ión de la Comisión Nacional de Derechos Humanos me di cuenta de que era necesario hablar de cómo fueron asesinados. Para evitar el maniqueísm­o usamos el periodismo, pero no niego que hay algo de activismo en nuestra película.

¿Cuál es la diferencia entre el cine activista y el militante?

Nuestro activismo es por la verdad y la justicia. No estamos a favor de una ideología o de una postura política determinad­a. Vamos por la dignidad humana. Si el cine no es capaz de retratar y tomar postura ante estas situacione­s, entonces sirve para muy poco.

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