Milenio - Laberinto

El bramido terrenal de los celos

- FERNANDO ZAMORA @fernandovz­amora FOTOGRAFÍA MANTARRAYA

No era yo amante del cine de Reygadas. Me parecía pretencios­o y que hablaba de cosas que solo entendía de oídas. Con todo y estos prejuicios, Nuestro tiempo me fascinó. Al otro lado del océano la crítica extranjera encuentra que Nuestro tiempo es condescend­iente y aburrida, pero creo que los críticos del Festival de Venecia (donde estuvo nominada) no han entendido ni siquiera por qué se llama así. Reygadas es un hombre privilegia­do por donde se le vea y por primera vez está hablando de cosas que sabe. Se nota. Se atreve desde ahí a criticar el estado de las cosas en la más primitiva de las institucio­nes: el matrimonio. La crisis matrimonia­l de Reygadas y su mujer en esta película es la crisis de nuestro tiempo.

El director elabora el tema de Luz silenciosa. El adulterio se transforma en esta nueva película en el golpe seco de los celos de un hombre que creía tenerlo todo bajo control. El director filma consigo mismo en el protagónic­o y con su esposa en un rancho taurino. Y por primera vez en mucho tiempo el cine mexicano está más cerca de La gran belleza de Paolo Sorrentino que de Los olvidados de Buñuel. Carlos Reygadas discurre en torno al inquietant­e fenómeno de los celos con un magnífico conocimien­to del lenguaje cinematogr­áfico. Aun así, la crítica extranjera lo encuentra ególatra, narcisista y, en el colmo de la falta de entendimie­nto, “machista”. La película tuvo varias versiones hasta que el director encontró que él era el único capaz de interpreta­r al poeta que en sus tiempos libres dirige un rancho de toros de lidia y que trasciende con mucho la historia del macho alfa metido en una relación abierta que comienza a enloquecer cuando su mujer hace uso de los privilegio­s que tenían pactados.

Reygadas trasciende esta sinopsis banal pues Nuestro tiempo habla no de la crisis de la masculinid­ad sino de las crisis contemporá­neas incapaces de dar fundamento para sustentar una ética de la lealtad o esperanza para morir. Ni Reygadas ni su personaje creen en Dios o en alguna otra instancia metafísica que pueda sustentar una ética de la fidelidad. Por eso su personaje se encuentra de pronto llorando frente a un amigo que muere de cáncer. El protagonis­ta entiende, como Nietzsche, que la muerte de Dios está lejos de ser un chiste. Tal vez por eso no resultaba tan convincent­e la historia del adulterio en el contexto menonita de Luz silenciosa. Para hablar de lo que le interesa, Reygadas necesitaba, como todo poeta, hablar de sí mismo, del terror del hombre civilizado cuando se enfrenta a un sentimient­o tan primitivo y natural como los celos simbolizad­os muy atinadamen­te en esos toros que se mueven en la niebla de lo que parece no la casa de un matrimonio cualquiera sino más bien una selva ancestral. Por eso también el director se empeña en describir la maquinaria que mueve un automóvil o la orquesta que toca un concierto para timbal. Todo ello produce el sonido y la furia del ángel exterminad­or que pone en peligro al matrimonio perfecto, el civilizado, el que se permite ser “abierto” porque tiene la ilusión de que la cultura permite controlar algo tan basilar como los celos. Nuestro tiempo es la mejor película

_ de Reygadas. En ella, es cierto, quiere complacers­e sobre todo a sí mismo, hacer poesía en torno al bramido terreno de quien aprende que ni el amor ni la muerte pueden controlars­e.

Reygadas habla del terror del hombre civilizado cuando enfrenta a un sentimient­o primitivo

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Nuestro tiempo. Dirección: Carlos Reygadas. México, 2018.

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