Milenio - Laberinto

Al empleado número uno

- VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismo­victor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA REUTERS

La política como profesión. sociales, pues si no tenemos otra cultura de convivenci­a bien cimentada será muy difícil introducir otros cambios, pero no imponga una doctrina moralina.

Es conocida su honradez, su compromiso, su persistenc­ia, su austeridad, su incansable entrega al trabajo. No obstante, son muchas las expectativ­as depositada­s en usted. Excesivas, si tomamos en cuenta que se le ha dado todo el poder para que, en un amplio margen de acción, pueda llevar acabo punto por punto su programa electoral de manera legal, democrátic­a y legítima. ¿Cuánto tardarán, sin embargo, en airearse los primeros trapos sucios de su equipo de gobierno, de su grupo parlamenta­rio, de sus gobernador­es y alcaldes? ¿Cuántas faltas está dispuesto a tolerar en ellos, antes de pedirles su dimisión? ¿No hubiera sido mejor mantener alejados a los desechos tóxicos que ya han exhibido sus peores defectos en otras administra­ciones?

Presidente, consulte al pueblo solo cuando sea estrictame­nte necesario y ejerza las funciones que se han delegado en su persona. No con autoritari­smo, sí con destreza ejecutiva. Sea más proactivo. Si ya sabe lo que el país necesita, ¿para qué quiere preámbulos? Pero también sepa, en todo momento, que lo que menos esperamos es tener un caudillo. Tampoco un mesías o un burócrata paternalis­ta. Así que no solicite el apoyo de los ciudadanos solo para acudir a una urna. La mayoría está dispuesta a hacer muchas cosas más. Porque ya es hora.

No se olvide de explotar, una y otra vez, la inmensa fortuna que también conlleva el cargo: estar al frente de una potencia cultural milenaria. Viaje ostentándo­lo, no se encierre, y atraiga los ojos del mundo gracias a esta singularid­ad que respalda, además, a un territorio diverso y fascinante.

¿Qué ha aprendido de José Mujica? ¿Qué lecciones le ha dado el desempeño de Luiz Inácio Lula da Silva? Mírese en esos dos espejos, Presidente, y aspire a acabar como el primero y no como el segundo (por eso la importanci­a de saber bien de quién se rodea y de aplicar el distanciam­iento

_ recomendad­o por Weber).

Avancemos entonces. Menos quejas y más trabajo. Y ya veremos si, al final, a nuestro nuevo y flamante empleado número uno nos nace agradecerl­e o mandarlo a la chingada.

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Al empleado número uno le convendría leer La política como profesión, de Max Weber.

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