“Henry James: un maestro de la forma intermedia”
Eduardo Berti habla de la complejidad y el desafío de traducir los Cuentos completos del autor estadunidense
Reconocido sobre todo como novelista en el ámbito de nuestra lengua, Henry James (1843– 1916) es creador igualmente de una notable obra como cuentista. El escritor argentino Eduardo Berti se ha embarcado en la traducción de sus Cuentos
completos en tres volúmenes. Hasta el momento han aparecido los dos primeros: 1864-1978 y, recientemente, 18791894 (Páginas de Espuma, 2017 y 2018). Resta el tercero que llegará a 1910. Berti ha seguido la siguiente observación de T. S. Eliot, a quien cita en su introducción: “Los libros de Henry James conforman una totalidad. Es necesario leerlos todos pues hace falta captar, si es que se desea captar algo, tanto su unidad como su progresión”. La lectura de la introducción es importante porque explica por qué ciertos relatos no están presentes. En la entrevista que ofrecemos, realizada a través de correo electrónico, Berti ahonda en otros aspectos de la obra cuentística de James.
¿Tienesunapoéticadelatraducción?
Una poética un poco aristocrática, me atrevo a responder, ya que ejerzo la traducción en forma bastante esporádica y, en líneas generales, soy el que propone a las editoriales lo que me gustaría traducir. Por eso mismo, no suelo considerarme un “traductor profesional”, sino una especie de escritor que traduce con bastante regularidad. Más allá de eso, hay cosas que me importan especialmente a la hora de traducir y que son, lo sé, difíciles de lograr. Una de ellas, por ejemplo, es no traicionar la música del texto, además de su significado (en el fondo, citando un poco a Paul Valéry, salir lo más airoso posible de esa lucha prolongada entre el sonido y el sentido). Otra consiste en no matar ni “aplastar” las singularidades del texto original por el hecho de aplicar en exceso las normas de la lengua castellana: eso que a veces suscita la impresión de que todas las traducciones suenan muy parecidas, como en un idioma paralelo.
¿En qué sentido su labor como cuentista retroalimentaba su faceta como novelista?
Es muy curioso lo que ocurre con esta pregunta, que se plantea con tanta frecuencia en el caso de los escritores que cultivan o cultivaron el cuento y la novela. Casi nunca, por no decir nunca, se pregunta lo contrario (¿de qué modo realimenta la obra cuentística el trabajo como novelista?) porque, lamentablemente, seguimos pensando en el cuento como un laboratorio o un terreno secundario donde se ensayan o se prueban cosas que después, si funcionan bien, servirán para una posible novela. Cuando T. S. Eliot sostiene con suma perspicacia que hay que leer a James de manera integral, está diciendo que nada en su obra es realmente secundario, más allá de que hay resultados mejores que otros. En James todo se retroalimenta con todo. Las críticas de arte o de teatro se retroalimentan con esos cuentos tan típicos de él, en los que aparecen artistas (primero pintores, luego actores y dramaturgos, sin olvidar a los escritores) y en los que James explora los límites entre realidad y ficción. Los diarios de viaje se retroalimentan con cuentos muy cosmopolitas, casi vagabundos, como “En Isella”; los textos autobiográficos hacen guiños a su obra de ficción y viceversa; e incluso hay relatos de la etapa intermedia, como “Pandora”, en los que un personaje aparece leyendo un libro del propio James (Daisy Miller). Todo eso conforma una especie de mundo cerrado: un universo muy rico y sugestivo. No es una casualidad, pienso, que Balzac (con su “Comedia humana”) fuese uno de los grandes modelos para James, a tal punto que lo cita mucho en sus relatos, tanto directa como indirectamente.