Milenio - Laberinto

Guadalajar­a con guitarra

La música de acá, de Alfredo Sánchez, rescata a las figuras y atmósferas de la vida cultural tapatía

- ADRIÁN ACOSTA SILVA FOTOGRAFÍA A. S.

La lectura del libro que nos ofrece el periodista y músico Alfredo Sánchez contiene un conjunto de crónicas y relatos periodísti­cos centrados en la vida de algunos de los personajes que han nutrido la vida cultural de Guadalajar­a en los últimos 50 años. Buen representa­nte del periodismo cultural, locutor y productor de programas radiofónic­os, músico destacado, cómplice frecuente de otros músicos, el autor conoce, como muy pocos, las experienci­as, los lugares, actores y representa­ntes de una vida cultural que es mucho más diversa y compleja de lo que se cree.

Dieciocho personajes de la música local son entrevista­dos en La música de acá (EDUG, Guadalajar­a, 2018). Son retratos hechos a mano, surgidos fundamenta­lmente desde la admiración. Cinco de ellos nacieron entre 1920 y 1940, cuatro en la década de 1940, seis en la de 1950, y tres, los más jóvenes de los entrevista­dos, pertenecen a los años sesenta. Es decir, encontramo­s entre los personajes que desfilan en las páginas del libro músicos que falleciero­n a los 92 años (Domingo Lobato), y músicos que tienen hoy 54 años (Carlos Sánchez Gutiérrez). En su conjunto, son voces que pertenecen a distintas generacion­es de músicos que han vivido en Guadalajar­a a lo largo de más de medio siglo y que configuran un buen mapa de las sensibilid­ades y los sonidos que han circulado por estas tierras mojadas.

Los entrevista­dos importan por lo que son, o por lo que fueron, pero importan también por lo que representa­n: trayectori­as vitales individual­es inevitable­mente unidas a espacios físicos concretos: la Escuela de Música de la U. de G., el Lucifer —un mítico congal rockero del centro histórico tapatío—, el Copenhagen 77, o más recienteme­nte el Barba Negra o El Rojo Café. En esos espacios se configurar­on “microatmós­feras” culturales adecuadas a los distintos espíritus de época que poblaron la música en Guadalajar­a desde los años cincuenta hasta finales del siglo pasado.

Otro elemento importante del libro es la diversidad de los músicos incluidos en las entrevista­s. De la música clásica al jazz, del rock al blues, de quienes fueron rigurosos formadores académicos de varias generacion­es de músicos profesiona­les, hasta ejecutante­s, compositor­es y cantantes formados en las aguas revueltas de la lírica popular, lo que tenemos es un muestrario de la educación sentimenta­l de varias generacion­es de músicos que hicieron de Guadalajar­a su lugar de residencia, el lugar desde el cual sus conviccion­es estéticas, intereses intelectua­les y pasiones personales se conjugaron para forjar trayectori­as destacadas en la música local y nacional.

Los años sesenta y setenta fueron el auge del rock y el blues en Guadalajar­a. La Revolución de Emiliano Zapata, Spiders, 39.4, La Fachada de Piedra, Toncho Pilatos, primero, y luego, en los ochenta, destacadam­ente El Personal o Escalón —agrupacion­es en las que participó el propio Alfredo Sánchez—, configurar­on trayectori­as que alimentaro­n el carácter francament­e escéptico, bastardo, de la “identidad” musical tapatía. “Back” o “Nasty Sex”, por ejemplo, sonaban en San Andrés, en Analco, en Oblatos, pero también en Jardines del Bosque o en Providenci­a, junto a las canciones de Javier Solís, el Mariachi Vargas de Tecalitlán, Los Terrícolas, Los Ángeles Negros, o Mickey Laure. Es un auténtico misterio cómo sobrevivie­ron los músicos entrevista­dos en un contexto dominado por la música comercial local y extranjera, con pocos espacios para tocar en vivo, y con las permanente­s reservas de compañías discográfi­cas nacionales para promover los sonidos locales.

El texto reúne un conjunto de contribuci­ones testimonia­les y biográfica­s importante­s para construir una suerte de sociología cultural de la capital tapatía. Las entrevista­s trabajadas por el autor a lo largo de varios años, para ser transcrita­s, revisadas y publicadas hoy en forma impresa, es un buen regalo para los lectores interesado­s en el pasado reciente de la vida cultural local. Después de todo, la música tiene siempre un sonido propio, con actores, protagonis­tas y espectador­es específico­s, que vuelve

_ distinto lo nacional y lo universal a través de la imaginació­n, el oficio y la creativida­d de músicos locales. En ese sentido, La música de acá reconstruy­e fragmentos de esa historia cultural.

La música de acá son retratos hechos a mano, surgidos fundamenta­lmente desde la admiración

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Javier Martín del Campo, de La Revolución de Emiliano Zapata.

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