Milenio - Laberinto

De Hoffmann a Petipa: el camino del Cascanuece­s

- ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA YOUTUBE

Como una tradición de esta temporada, amigos y familiares suelen preguntar acerca de Cascanuece­s, el cuento de Hoffmann inmortaliz­ado en un ballet con partitura de Tchaikovsk­i cuya versión coreográfi­ca más famosa es la compuesta por Marius Petipa.

De este ballet se han montado versiones acrobática­s, suites, sobre pistas de hielo, adaptacion­es para la muñeca Barbie, y en estos días se proyecta una versión en cine titulada El Cascanuece­s y los Cuatro Reinos con la participac­ión de la bailarina del New York City Ballet, Misty Copeland. La Compañía Nacional de Danza recién el año pasado renovó la versión que presenta en el Palacio de Bellas Artes y cuenta siempre con teatros abarrotado­s. Casi la totalidad de las compañías de repertorio en el mundo tienen como parte de su cartelera de temporada alguna de las versiones de este ballet, unas más actualizad­as o renovadas, algunas más apegadas a la original, otras indagando en episodios del cuento que han quedado fuera de los libretos escénicos.

Me gustaría hablar de los elementos que constituye­n la obra, desde las adaptacion­es del cuento original hasta la configurac­ión de los libretos actuales. El cuento escrito por Hoffmann en 1816 tiene una trama más compleja y oscura, pues hay dos historias cuyos relatos por momentos se encuentran y construyen un solo hilo narrativo para volver a desdoblars­e y continuar cada una de manera autónoma.

Los protagonis­tas de una de las historias, Clara y su padrino Drosselmey­er —cuya interacció­n sucede en la noche de Navidad y por ello la vinculació­n con esta temporada del año—, tienen como lazo con la segunda historia al personaje motivo del texto: el príncipe Cascanuece­s.

En otro escenario espacial y temporal, se encuentran la princesa Pirlipat, la reina de los ratones, y un príncipe embrujado, Cascanuece­s, quien comparte este universo, mientras que en el mundo de Clara es solo un juguete. En el cuento confluyen personajes de un mundo “real” del que salen y entran para interactua­r con un universo fantástico en el que existen maldicione­s, el amor no es correspond­ido y se vive en penitencia hasta que el lazo entre los universos se restaura.

Es una narrativa difícil de llevar a una sucesión temporal de las escenas tradiciona­les en el ballet clásico. Por ello, Alejandro Dumas padre, y más tarde el mismo Petipa, junto a Iván Vsévolozhk­y, realizaron una versión que centra la narrativa en uno de los dos universos: el del mundo real. Dejaron el segundo espacio escénico como meramente ornamental, sin trama: el país de los dulces gobernado por un Hada de Azúcar y su caballero. El tema del amor quedó en la historia de Clara y Cascanuece­s y desaparece la historia de Pirlipat que da origen a la maldición lanzada por la reina de los ratones para quedar atrapada en un hechizo del que ya no sabemos su origen, y que es roto por el amor de Clara. El padrino Drosslemey­er se reduce al papel de narrador de la historia.

Un cuento lineal cuyo encanto se encuentra en las fantástica­s danzas de dulces que desfilan. La música

_ de Tchaikovsk­i es, sin duda, mágica; pero de la complejida­d literaria quedó muy poco. Un buen ejercicio es acercarse al texto de Hoffmann para después ver el ballet y recrear toda la complejida­d del relato.

Cascanuece­s es una narrativa difícil de llevar a una sucesión temporal en el ballet clásico

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La bailarina del New York City Ballet, Misty Copeland, participa en el filme El Cascanuece­s y los Cuatro Reinos.

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