El Corral de la Morería
propuesta gastronómica (con manjares como una lubina salvaje con espuma de albahaca, un meloso de ternera, cocinado durante tres días a baja temperatura y que por eso tiene que comerse con cuchara, y un huerto cordobés, con “tierra” de aceitunas negras, base de salmorejo y mini verduritas de temporada) y, por lo visto, han logrado deslumbrar a los implacables inspectores de la guía francesa que, por primera vez en su historia, han incluido a un tablao entre sus recomendaciones. Por eso había que celebrar una misa flamenca.
Uno entra a este templo, junto al viaducto de Madrid, donde se ha presentado gente como Antonio Gades, Camarón, Paco de Lucía, La Fernanda y La Bernarda, La Piñona, La Chunga o El Cigala y, entre cuadros de toreros y de noches legendarias, se fija en unas amplias fotos que cuelgan de las paredes. Es Blanca del Rey el día que bailó por última vez su coreografía más representativa, la Soleá del Mantón, una especie de lamento flamenco, cuya poesía sonora y de movimiento sacude las emociones. En las imágenes, un mantón bordado y de densos flecos gira y vuela y acaricia y abraza a la bailaora, bajo el ritmo de las guitarras, las palmas y el cante jondo. Ese mantón, bien manipulado por las manos de Blanca —con una mezcla de cariño y coraje—, era capa, era vestido, era capote, era cobija y era ella, al fundirse con él, mientras atravesaba distintos estados de ánimo —de la angustia a la alegría, pasando por la pasión y el desenfreno—. Bailaba Blanca y con sus quiebros y acentos zapateados convertía la catástrofe en belleza.
Para festejar la estrella Michelin, en esta ocasión el espectáculo corrió a cargo de Juan Andrés Maya y Alba Heredia al baile; Pepe Jiménez El Bocadillo y Pedro Jiménez Perrete al cante; y Basilio García y Juan Jiménez a la guitarra. Blanca, la anfitriona, subió al escenario y presentó a este grupo de artistas como “un reducto de pureza”, un conjunto de talentos “que evoluciona sin perder la esencia”. Juan Andrés bailó con la enjundia de un toro. A veces bravío, a veces herido, siempre con furia creativa. Al final, la bailaora volvió a subir al tablao. Estaba emocionada
_ —como todos los allí presentes, que parecíamos tener el alma inflamada— y entonces ella, que oficialmente ya está retirada, se puso a bailar con Juan Andrés, como poseída por la magia del momento.