Milenio - Laberinto

El Corral de la Morería

- VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismo victor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA V. N. J.

propuesta gastronómi­ca (con manjares como una lubina salvaje con espuma de albahaca, un meloso de ternera, cocinado durante tres días a baja temperatur­a y que por eso tiene que comerse con cuchara, y un huerto cordobés, con “tierra” de aceitunas negras, base de salmorejo y mini verduritas de temporada) y, por lo visto, han logrado deslumbrar a los implacable­s inspectore­s de la guía francesa que, por primera vez en su historia, han incluido a un tablao entre sus recomendac­iones. Por eso había que celebrar una misa flamenca.

Uno entra a este templo, junto al viaducto de Madrid, donde se ha presentado gente como Antonio Gades, Camarón, Paco de Lucía, La Fernanda y La Bernarda, La Piñona, La Chunga o El Cigala y, entre cuadros de toreros y de noches legendaria­s, se fija en unas amplias fotos que cuelgan de las paredes. Es Blanca del Rey el día que bailó por última vez su coreografí­a más representa­tiva, la Soleá del Mantón, una especie de lamento flamenco, cuya poesía sonora y de movimiento sacude las emociones. En las imágenes, un mantón bordado y de densos flecos gira y vuela y acaricia y abraza a la bailaora, bajo el ritmo de las guitarras, las palmas y el cante jondo. Ese mantón, bien manipulado por las manos de Blanca —con una mezcla de cariño y coraje—, era capa, era vestido, era capote, era cobija y era ella, al fundirse con él, mientras atravesaba distintos estados de ánimo —de la angustia a la alegría, pasando por la pasión y el desenfreno—. Bailaba Blanca y con sus quiebros y acentos zapateados convertía la catástrofe en belleza.

Para festejar la estrella Michelin, en esta ocasión el espectácul­o corrió a cargo de Juan Andrés Maya y Alba Heredia al baile; Pepe Jiménez El Bocadillo y Pedro Jiménez Perrete al cante; y Basilio García y Juan Jiménez a la guitarra. Blanca, la anfitriona, subió al escenario y presentó a este grupo de artistas como “un reducto de pureza”, un conjunto de talentos “que evoluciona sin perder la esencia”. Juan Andrés bailó con la enjundia de un toro. A veces bravío, a veces herido, siempre con furia creativa. Al final, la bailaora volvió a subir al tablao. Estaba emocionada

_ —como todos los allí presentes, que parecíamos tener el alma inflamada— y entonces ella, que oficialmen­te ya está retirada, se puso a bailar con Juan Andrés, como poseída por la magia del momento.

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El mejor tablao del mundo según The New York Times.

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