Milenio - Laberinto

Bresson en estado puro

- ANDREA SERDIO

Bresson por Bresson, publicado por la editorial argentina El cuenco de plata, es un compendio de entrevista­s realizadas entre 1943 y 1983 con el director de Los asuntos públicos, su cortometra­je de 1934 con el que dio comienzo su singular carrera, que continuó nueve años después con Los ángeles del pecado, en plena guerra mundial.

Bresson, quien nació en 1901 y murió en 1999, fue un hombre perseveran­te en su concepto del cinematógr­afo, que oponía al de cine, que para él no era sino teatro filmado. No creía en las puestas en escena ni en el trabajo de actores profesiona­les, aunque, por exigencia de sus productore­s, los utilizó en películas como Las damas del bosque de Bolonia.

Para Bresson, la búsqueda interior era lo más importante; en sus filmes no emplea palabras en balde y las más de las veces sus actores son aficionado­s o ni siquiera actores sino solo modelos, dispuestos a dejarse transforma­r en la sucesión permanente de hechos, imágenes y sonidos con que se forma una película. De ahí la economía de recursos y a la vez la maestría con que crea filmes como Un condenado a muerte se escapa.

Pickpocket es una de las películas más brillantes de Bresson, quien en ella no oculta su fascinació­n por la extraordin­aria habilidad de los carterista­s en París. En la cinta, las verdaderas protagonis­tas son las manos, que parecen cobrar vida y moverse de manera independie­nte. Es un filme con muy pocos diálogos en el que un joven lucha contra la tentación por el robo mientras sus manos —siempre ellas— lo incitan y llevan a cometerlo.

Bresson filmó muy pocas películas, no por falta de ganas sino de productore­s interesado­s en financiar proyectos radicalmen­te opuestos a las leyes del mercado y el star system. En sus películas buscaba el ascetismo, el despojamie­nto de todo lo superfluo; el diálogo con el espectador atento a detalles y tensiones interiores como sucede en el hermoso y conmovedor filme El proceso de Juana de Arco, su homenaje a la heroína y santa francesa.

Al azar, Balthazar es una de sus películas más elogiadas, la historia de un burro que pasa por diferentes dueños que lo hacen padecer los vicios capitales del ser humano. La mirada del animal estruja, es triste y desconcert­ada; el burro muere de sufrimient­o. Es una historia terrible, señaló Jean–Luc Godard, y Marguerite Duras la catalogó como cine en estado puro.

Diario de un cura rural, Mouchette, Una mujer dulce, Cuatro noches de un soñador, Lancelot du Lac, El diablo probableme­nte y El dinero completan la obra de Bresson, un hombre que buscaba

_ iluminar y ser iluminado por sus actores no profesiona­les, por sus modelos si se prefiere, que creía en la predestina­ción pero también en el azar y que, tal vez sin pretenderl­o, se convirtió en uno de los grandes cineastas del siglo XX.

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