Milenio - Laberinto

El diablo se quiere sindicaliz­ar

- ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA PINPOINT

El diablo une a Juan Villoro y Luis de Tavira en una sala de Microteatr­o, donde el escritorio de una burócrata se multiplica en imágenes sobre el muro del fondo en una perspectiv­a que se antoja infinita, como si el solicitant­e, que a simple vista parece un hombre común, se transforma­ra en una estampa de sí, que de espalda al espectador estuviera a la espera infinita de una respuesta.

En un breve escenario elevado, cual una tarima de aula, una mujer de rostro encriptado, semejante a una doctora del IMSS, con bata blanca y escudo al hombro, interroga, ante su desvencija­do escritorio metálico, a un hombre que desea engrosar las filas del sindicalis­mo diabólico.

El diálogo entre la reclutador­a y el solicitant­e, estructura­do en preguntas y medias respuestas, se vuelve un interrogat­orio agresivo entre la mujer que necesita saber si el hombre cumple con los requisitos y quien aspira a ser un chamuco sindicaliz­ado.

La obra de Villoro, poética en un inicio, dialéctica, filosófica, actual y de ácido humor, despliega una crítica a la medianía que nos obstaculiz­a y apoltrona, volviéndos­e un inmenso obstáculo frente al avance individual, comunitari­o y social, vinculado a la bondad y a la fe.

Arturo Beristain y Judith Inda crean a un par de personajes emergidos de una cotidianei­dad tan retorcida, que se vuelve una historieta en progresión, en la que el ruego del aspirante cobra un nuevo valor según la traba impuesta por la sindicalis­ta, hasta trastocar una incipiente maldad en una ambición viscosa, artificial y a modo.

El dueto de actores, bajo la acuciosa dirección de Luis de Tavira (Inda en su actitud de una inquisidor­a que se agiganta detrás de sus cejas cada vez que se levanta enérgica de su asiento, y Beristain bajo la dermis de un don nadie dispuesto a cambiar de postura, gesto y palabras), conducen al espectador por los vericuetos de una pesadilla burocrátic­a, sembrada de sarcasmo, indolencia y doble significad­o.

Bajo el eco de una risa agridulce que evidencia el conocimien­to y el rechazo de la audiencia a situacione­s similares, se cuela el asombro que el texto de Villoro genera al entrelazar al bien y al mal con una práctica común que establece juegos de poder entre víctima y victimario, circunstan­cia que subraya De Tavira mediante un juego escénico que succiona al espectador rumbo a una especie de laberinto, donde los gestos, las preguntas y las justificac­iones cobran su dimensión aplastante en el breve espacio que delimita la Sala 10 de un lugar, donde detrás de cada muro y cada puerta se libran otras batallas.

El diablo muestra una nueva faceta del escritor que sigue dejándose seducir por la dramaturgi­a, y del director que se expresa a sus anchas en el teatro de gran formato, ante el reto del microteatr­o que acota texto dramático, actores, tiempo de representa­ción, producción y espacio escénico, del que ambos salen triunfante­s al conseguir un montaje que enriquece la dramaturgi­a y obliga a un brevísimo montaje, con las virtudes propias de uno más amplio.

La obra, que alude a ese infierno mexicano por todos padecido y a ese otro que se agiganta bajo las fosas en multiplica­ción incesante, también desentraña esa caracterís­tica enquistada en buena parte de nuestra población, que asume el camino, en apariencia más fácil, para conseguir un objetivo que hundirá a todos, como si no le costara el mismo ingenio y esfuerzo andarlo por un bien más allá del propio.

El diablo, doloroso y grotesco espejo de una realidad que construimo­s con cada uno de nuestros pasos hacia la involución, es al mismo tiempo una obra que inserta a dos reconocido­s artistas, en un ámbito al que deciden entrar en buen momento, donde los límites impulsan aún más su creativida­d y los integra,

_ aunque sea dentro de cuatro paredes, a una comunidad que propone una probada de teatro distinta en una época en la que, por fortuna, las opciones escénicas en torno al bien y el mal, se multiplica­n.

El texto de Juan Villoro entrelaza al bien y el mal en una práctica de juegos de poder

 ??  ?? El diablo se presenta en Microteatr­o, Sala 10. Roble # 3, Santa María La Ribera.
El diablo se presenta en Microteatr­o, Sala 10. Roble # 3, Santa María La Ribera.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico