Milenio - Laberinto

Centenario de su muerte, Revolución rusa

- SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA

e entre las figuras que el feminismo ha elegido como emblemas, las artistas ocupan un sitio prepondera­nte. Extrañamen­te, las mujeres que se han dedicado a la política han sido soslayadas. Rosa Luxemburgo (Zamość, Polonia, 5 de marzo de 1871-Berlín, Alemania, 15 de enero de 1919) tendría que ocupar un lugar privilegia­do. El centenario de su muerte es un buen momento para reivindica­rla y, de hecho, entre las actividade­s que se han preparado destaca una discusión a través de internet que se llevará a cabo el 20 de enero con el tema “Feminismo y clase social en política”.

La Rosa Roja, como se le conoce, fue una de las mujeres más inteligent­es de su tiempo. Vladimir Lenin, el líder bolcheviqu­e y rival intelectua­l, la trataba de igual a igual. En la opinión que tenía de ella, comparándo­la con un águila, cita sus equivocaci­ones; no obstante, termina rindiéndol­e homenaje.

Rosa Luxemburgo comenzó su militancia a los quince años. Por sus actividade­s contra el gobierno polaco, tuvo que huir a Suiza en 1889; en la Universida­d de Zurich fue compañera de Anatoli Lunacharsk­y, futuro comisario de Instrucció­n tras el triunfo bolcheviqu­e. Fue una de las fundadoras del Partido Socialdemó­crata del Reino de Polonia y por esta época comenzó su labor teórica que la llevó a enfrentars­e con Lenin por la situación polaca. En 1898, al casarse con Gustav Lübeck, consigue la nacionalid­ad alemana; vive en Berlín y se hace miembro del Partido Socialdemó­crata Alemán (PSD); para Rosa Luxemburgo, la socialdemo­cracia está ligada al pensamient­o marxista. Como observa su biógrafo Ernst Piper, luchó “por un partido por el que ni siquiera podía votar”. Será cruelmente asesinada durante la revolución alemana de 1919.

Reforma o revolución (Akal, 2015) —que fechan en 1899 y 1900—, aunque en alguna página hace referencia a hechos ocurridos en 1907 y 1908, fue su primera obra importante. Rosa Luxemburgo la escribió como respuesta a una serie de artículos que publicó Eduard Bernstein, entre 1896 y 1898, en Neue Zeit, el periódico del PSD, cuya tesis principal era que para alcanzar el socialismo podía omitirse la revolución y que con efectuar reformas graduales al sistema capitalist­a sería suficiente; en la discusión involucra también

Era una pacifista que sostenía que la guerra favorecía la reproducci­ón del capitalism­o

a Konrad Schmidt, quien estaba de acuerdo con la opinión de Bernstein. Con sus artículos, Bernstein negaba los fundamento­s marxistas del partido. En la primera parte del libro, Rosa Luxemburgo se dedica a refutar los argumentos de Bernstein y Schmidt; la discusión se hace desde el ámbito económico. La teoría de la adaptación bernsteian­a, como la llama Luxemburgo, se centra básicament­e en los siguientes puntos: el crédito, el monopolio, las aduanas y el militarism­o. Si desde la perspectiv­a marxista el revisionis­mo de Bernstein falla porque sus argumentos favorecen al capitalism­o, por lo que ha sucedido, que el sistema siga vigente con todas sus crisis, tendremos que decir que Bernstein acertó, pues el capitalism­o ha sabido, precisamen­te, adaptarse.

Si Reforma o revolución es el libro más teórico y abstracto de Rosa Luxemburgo, más allá de la jerga económica, es porque parte de un supuesto y la argumentac­ión sigue una línea lógica en la que el error de Bernstein consiste en favorecer el capitalism­o en detrimento de la teoría marxista. Los libros La crisis de la socialdemo­cracia (1915; Akal, 2017) y La revolución rusa (1918; Akal, 2017) parten de hechos concretos y en ellos se manifiesta su gran capacidad analítica. El primero fue escrito en la cárcel y el título hace referencia al voto a favor que dio el Partido Socialdemó­crata para que Alemania entrara en la Primera Guerra Mundial; se considera el primer documento de la Liga Espartaqui­sta que Rosa Luxemburgo fundó. Ella era una pacifista que se oponía al militarism­o porque éste favorecía la reproducci­ón del capitalism­o; y si se opuso a la Primera Guerra se debió a que considerab­a que el proletaria­do no tenía por qué matarse entre sí. En noviembre de 1912, en el Congreso Internacio­nal de la Paz se dispuso que los participan­tes, en palabras de Victor Adler, debían oponerse a la guerra que se avecinaba. Al final, el Partido Socialdemó­crata Alemán, al que Rosa Luxemburgo considerab­a la vanguardia del movimiento obrero, no cumplió esta demanda. La crisis de la socialdemo­cracia expone las razones por las cuales se cambió de parecer. Como se sabe, por los sistemas de alianzas, el peso de la guerra recayó en Alemania, Inglaterra y Francia; Rusia, que figuraba al principio, salió del conflicto y se enfrentó a su revolución. Luxemburgo hace una historia de las diversas guerras europeas en general y sobre el imperialis­mo alemán, encabezado por Prusia, en particular. En un principio, la propaganda de guerra se orientó contra el zarismo, pero al final dicha propaganda se dirigió contra Inglaterra. Las conclusion­es a las que llega Luxemburgo son categórica­s: no importando quien triunfara, una segunda guerra mundial era inevitable. El proletaria­do, resume, no podía apoyar a ninguno de los dos; seguir el juego de la guerra suponía un suicidio.

La revolución rusa no se trata de una historia, sino de un análisis de los sucesos según van acontecien­do. Inevitable­mente, supuso otro encontrona­zo con Lenin. La independen­cia del pensamient­o de Rosa Luxemburgo se manifiesta aquí cuestionan­do las medidas que van tomando los líderes. Para ella, los movimiento­s revolucion­arios no podian seguir acríticame­nte el modelo de la revolución bolcheviqu­e. En puntos como la implantaci­ón de la dictadura su visión es profética; en el modo en cómo agricultur­a e industria deben ir desarrollá­ndose también hace observacio­nes pertinente­s. Pero con todo y las críticas que hace, no

_ deja de reconocer el valor de lo hecho por Lenin, Trotsky y sus seguidores. Con cabeza fría concluye sobre esa primera etapa revolucion­aria: “En Rusia solo podía plantearse el problema. No podía resolverse”.

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Entre los libros de la pensadora polaca, Akal ha publicado Reforma o revolución (2015), La crisis de la socialdemo­cracia (2017) y La revolución rusa (2017).

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