Concierto para antiguos
a la audiencia viejuna con canciones como “La traviata”, “La tabernera del puerto”, “Granada”, “Júrame” y “México lindo y querido”.
Rafael Jorge Negrete ha participado en decenas de festivales de ópera y canción popular de varias ciudades del mundo. Estudió en el Conservatorio Nacional de Música y ha participado con papeles efímeros en películas y telenovelas de poca monta. También es un asiduo en las fiestas del Issste y, con mucho esfuerzo, se autopublica y vende sus propios discos. Ya lo ven: no tiene el porte, la distinción, los recursos y la fama de su abuelo, pero se defiende con su voz de tenor y, francamente, sirve de “peor es nada” para amilanar la nostalgia patria cuando uno vive a más de diez mil kilómetros de México.
Al piano estaba Manuel Valencia, quien fue director de la Orquesta Sinfónica de Alcalá de Henares, y, como cantante invitada, la uruguaya Silvina Arroyo, frondosa soprano vestida de negro, quien contó, al borde las lágrimas, su viaje a “la bellísima” Tlacotalpan, Veracruz, tierra de Agustín Lara, donde se compró un rebozo que hasta la fecha no para de presumir y, para demostrarlo, se lo puso mientras cantaba temas como “Las leandras”, “Solamente una vez” y “Por la calle de Alcalá”.
Así que ahí estaba yo aquel día, entre la generación de cabecitas blancas que ha levantado España, coreando todos esos éxitos (no muy alto para
_ no estropearlos), aplaudiendo como un chaval, chapoteando en mis gustos antiguos, evadiendo un rato la realidad, y concluyendo en mi interior: ¡ay, lo mal que estoy y lo poco que me quejo!