Milenio - Laberinto

Buñuel y los títulos

- JOSÉ DE LA COLINA

Una tarde, en la casa de Buñuel, durante una de las entrevista­s grabadas que Tomás Pérez Turrent y yo hacíamos al cineasta para el libro hablamos de los títulos de las películas. “El título —nos dijo— puede dar riqueza a la película, estimular la imaginació­n. Los pintores surrealist­as ponían a sus cuadros títulos que ‘no correspond­ían’. Por ejemplo: el cuadro mostraba a una mujer sentada en un jardín y el título era

El cuadro adquiría entonces una nueva significac­ión, y ésta era extraña, pero no por fuerza arbitraria. En mi caso, si el título se me ha impuesto de pronto en el pensamient­o, lo considero inmediatam­ente adecuado”. Era un motivo sugerente, uno de esos asuntos en torno a los cuales no había que fatigarse en sacarle las palabras a don Luis, y por esa nueva brecha de ataque nos colamos, comenzando por la ópera prima, es decir, Don Luis recordó que por aquel tiempo, el año 29, Henry Miller le había enviado una carta de tres páginas en la que hablaba de lo mucho que la película le había impresiona­do y cómo deseaba discutirla con su autor.

—Me decía que iba a estar en tal café a tal hora del día. Fui y estuvimos hablando una hora. No me habló de muchos detalles del film. En su mal francés me discutía el título. No debía llamarse sino

decía.

Le dije a Buñuel que la discordanc­ia entre el título y el argumento de la película sucedía muy particular­mente en los últimos tiempos, por ejemplo en

un film que si hubiera tenido otro título hubiera funcionado igual.

—No creo —dijo—, porque en el fondo hay algo. No puse el título arbitraria­mente. Hay algo de libertad, porque en esa película hay un episodio en el que se grita “¡Vivan las cadenas!”, y eso lleva a lo contrario: “¡Viva la libertad!”. está inspirado en aquello del comienzo del

Un fantasma recorre el mundo…” Y el motivo con que empieza y termina la película es la libertad. El hombre busca la libertad, que es como un fantasma de niebla; él cree alcanzarlo y abrazarlo, pero sólo le queda un poco de humedad en las manos…

Se me ocurrió entonces, y empecé a decirlo con alguna reticencia, pues sabía qué reacio era don Luis a las interpreta­ciones de sus películas más allá de lo que en ellas es visible y audible, que el título

podía abarcar su obra entera desde hasta

alucinados por ese fantasma de la libertad que más se aleja cuanto más se le busca, por ese objeto de deseo que oscurament­e quieren que sea inalcanzab­le para que el deseo no termine, los personajes de Buñuel son trágicos en el sentido en que, tensos hacia aquello a lo que aspiran, se mantienen en perpetua agonía; y Buñuel, felicitánd­onos por nuestra nos dejaba hablar y sonreía. Todavía propuse una especie de título definitivo y global:

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