Retórico
Damas y caballeros: veamos a los alegres súbditos, los discípulos, los feligreses recorrer las calles de costumbre como si fueran caminos de oro o al menos rutas pintadas de blanco para resaltar las numerosas huellas. Miremos la arena, el polvo, la ceniza, los manantiales, incluso nuestro alto surtidor tras la trinchera. Admiremos las filas, las parejas abrazadas cruzando el umbral de la luz en el punto exacto donde se divide por tres, por cinco, por siete, por once. Se regalan pancartas, pasquines, ropa, sin discernimiento. Alguien me invita a ser parte del mundo. ¿Cuánta libertad me queda? Gasto un cartucho, luego otro, y escarbo el fondo de la cuestión como si fuera una bolsa vacía, una caja sin contenido, una visión del último desierto bajo el sol, bajo la nube, bajo la tolvanera; manos atadas por detrás, la boca repleta de palabras que pescan sinónimos con el anzuelo de la nostalgia en un embalse cuyo nivel disminuye hora con hora, los bordes secos, las lanchas encalladas, los perros en las orillas húmedas persiguiendo sombras. Ha de ser la vida contemplativa puesta al revés. Las analogías de la libertad no equivalen a definiciones, pero cuánto sorprenden por su perspicacia; frases cortas porque el pensamiento no dura más allá de la reja que interpone entre su llamado estilo y el silencio que se va engarzando con las espinas en un hueco donde no cabe ni una persona más, ni una cara más. “Libre es aquel que vive como quiere”, según Epicteto. Yo lo hago entre ejes y las cosas que pasan en los ejes: “mujer propina golpiza a anciano”. Cachetadas y patadas. Mujer gasta su libertad con una rodilla en el cuello de otra mujer. La mata. Mis monedas de cambio son las afinidades que reciclo. “No tengo convicciones”, escribe Baudelaire, “porque no tengo ambición”. A 200 años de su nacimiento —el 9 de abril de 1821— me declaro “hipócrita lectora”: fíjense en la naturaleza que es un templo, los largos ecos que se confunden, la tenebrosa y profunda unidad: ¡por fin los perfumes, los colores y los sonidos se responden! Fíjense en el dandy que vive y duerme ante un espejo. Se aceptan sugerencias. Se aceptan fórmulas. “La política es compatible con la libertad solo en tanto que garantice una posible libertad de la política”, afirma Hannah Arendt. ¿Dónde nos escondemos? El señor planea realizar visitas sorpresa en regiones del país durante la veda: por el bien de la democracia. Los seres humanos, dice, somos seres humanos, no dioses. Nadie parece picarse los ojos. Sin duda ha de ser ejemplo de un uso pleno de la libertad la travesía de los niños de la frontera sur hacia la frontera norte. ¿O alguien se encarga? En La cruzada de los niños de Marcel Schwob, voces “llamaban a todos los pequeñuelos. Eran como las voces de los pájaros muertos durante el invierno”. Los senderos llenos de zarzas no representan un percance conceptual. Aquí está el cuerpo de un texto. Aquí termina. Las “líneas de la bondad” se enredan con las intenciones.
Fíjense en el dandy que vive y duerme ante un espejo. Se aceptan sugerencias. Se aceptan fórmulas