Rrible imias”
un relato de media página que cuenta de una niña que tenía la obsesión de robarle cerezas al vecino y crece con esa fijación. Incluso, cuando ya es mayor y vive sola, le sigue robando cerezas al vecino. Entonces, aparentemente, ese es su gran pecado —quizá su único pecado—, y cuando llega al Cielo le dice el Señor: “Te salvó tu amor a las cerezas”. Buñuel me dijo que era su cuento predilecto y le contesté: “Qué curioso. También es el mío”. Entre paréntesis, es interesante que también fuera el cuento predilecto de Julio Cortázar, del libro Opio, el único que se llevó de Buenos Aires a París en los años cuarenta. Buñuel me dijo una cosa que me estremeció y nunca se me olvidará: “Es curioso que sea nuestro cuento predilecto porque finalmente usted es creyente y yo soy ateo, pero los dos participamos de lo mismo que nos mueve y que siempre tenemos presente: el misterio. Yo con usted tengo un vaso comunicante porque los dos participamos del misterio, ese misterio que es una esperanza y nos une”.
Serafín,
Todo comienza una mañana de 2013 cuando se encuentran por primera vez Marco Antonio Cruz y Alberto del Castillo Troncoso. Sucedió en Coyoacán, en la calle de Madrid, frente a los Viveros. El fotoperiodista llegó en bicicleta, era su medio para transportarse por las calles de la ciudad. Traía a cuestas una enorme carpeta de imágenes con la intención de hacerle una propuesta de trabajo a Del Castillo, historiador con una sólida trayectoria en la investigación de la imagen. La carpeta contenía un ensayo: “Contra la pared”, sobre las extorsiones policiacas en la década de 1990. Del Castillo, quien conocía el trabajo de Marco Antonio Cruz, revisó el material y le propuso no una presentación de su ensayo, sino trabajar en toda su obra. “Cuando vi el archivo, me di cuenta de que mi propuesta había sido ingenua, no podíamos abarcar la magnitud de esa obra, así que acordamos trabajar en los primeros diez años.” Así se gestó el libro Marco Antonio Cruz: la construcción de una mirada (19761986) (Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora).
Para el historiador, “se trata de uno de los fotógrafos más importantes de la historia de la fotografía en México, un referente fundamental de las últimas cuatro décadas. Un joven que venía de la Escuela Popular de Arte, en Puebla, con una impronta muy interesante en el campo de la estética, de la composición. Un fotógrafo que se formó a fuego lento, con toda la adrenalina del fotoperiodista, en las páginas de la prensa, con cierta manera de ver las cosas, la búsqueda de un equilibrio noticioso, documental, estético. En ese trabajo cotidiano se afina su mirada. Poco a poco transita hacia el espacio del reportaje y del foto-ensayo, con resultados impactantes. Entre estos, su Ensayo sobre la ceguera, un proyecto de quince años que presenta a los ciegos en todas las condiciones posibles; o Cafetaleros, una crónica conmovedora de la vida de migrantes guatemaltecos y mexicanos que trabajan en condiciones infrahumanas en Chiapas. También es uno de los grandes cronistas visuales de la transición democrática mexicana del último cuarto del siglo pasado. Hace visible, frente a la opinión pública, la protesta social, la nueva cultura en torno a los derechos humanos que surge alrededor de Rosario Ibarra de Piedra y el Frente Nacional Contra la Corrupción. Todo esto pavimenta el camino de la transición democrática hasta la alternancia en el año 2000”.