Milenio - Laberinto

El historiado­r Alberto del Castillo habla de su estudio

- FOTOGRAFÍA

El 68 fue un parteaguas: modifica las reglas entre prensa y poder, entre editores y fotógrafos. En las décadas anteriores, con el PRI en su máxima concentrac­ión de poder, hay una prensa alineada que trabaja a contrapelo para ubicar algunas de sus imágenes y hacer esa gran crítica del sistema. “Marco se enfrenta a un poder similar”, dice Del Castillo. “El PRI de Miguel de la Madrid y de Salinas de Gortari, pero después del 68, con la reforma política, el avance de la izquierda y la transforma­ción de muchos espacios y medios, existe la convicción de que el sistema está herido de muerte y que es inminente el tránsito hacia otra cosa. Claramente se abren caminos a la libertad de expresión. De esa época, hay grandes trabajos de Marco. Por ejemplo, la crónica del terremoto de 1985, donde logra lo que será el ícono de íconos, la fotografía del Edificio Nuevo León despanzurr­ado. Hay otros ensayos interesant­es como la protesta de las prostituta­s de la colonia Cuauhtémoc en contra de las extorsione­s policiacas. Ahí vemos una voluntad más allá de la simple nota, son fotografía­s que rozan el ensayo fotográfic­o desde una mirada particular. También están las grandes batallas ideológica­s, el feminismo que ya tiene un peso importante, sus propuestas para despenaliz­ar el aborto, la maternidad voluntaria, la virulenta respuesta de la derecha. Todo esto lo cubre de manera magistral”.

El trabajo de Marco Antonio Cruz apunta hacia la búsqueda de creación. Estamos frente a un fotoperiod­ista con diversos registros: el reportero gráfico, el caricaturi­sta, el documental­ista. Desde ahí construye un universo personal que marca su fotografía. “Había una potencia visual, una pulsión artística evidente y temprana”, refiere Del Castillo. “Su trayectori­a es peculiar porque integra elementos que no son frecuentes en el gremio del fotoperiod­ismo. Trata de hacer camino como artista, tiene una vocación para el dibujo extraordin­aria, para el grabado, la escultura; ya viene con ciertos conocimien­tos de composició­n. En la Ciudad de México entra en contacto con Héctor García, lo que será fundamenta­l. Luego está su ingreso a la prensa comunista. Ahí tiene contacto con un grupo de intelectua­les como José Woldenberg y Gerardo Unzueta. Marco empieza a incorporar esa agenda de transforma­ción, la del comunismo de la época, para registrar el México convulso de aquellos años. Es un extraordin­ario caricaturi­sta. Se forma en un momento excelso de la caricatura política mexicana, comparte páginas y cafés con Rogelio Naranjo, Helioflore­s, Eduardo del Río. Ahí se da un fenómeno importante: el diálogo del caricaturi­sta con el fotógrafo. Uno influye en la mirada del otro, y el resultado es la capacidad de síntesis, la ironía para referirse a la clase política. Su aprendizaj­e profesiona­l y político se decanta hacia lo que realmente le interesa: el registro crítico de la realidad, aportar a la transforma­ción del país, evidenciar la pobreza —algo que le ofendía profundame­nte— y contribuir a fomentar la crítica, a sensibiliz­ar. Cuando se refiere a los desapareci­dos, un tema candente en las décadas de 1970 y 1980, lo hace desde ángulos no convencion­ales. Enfrenta retos con miradas audaces, a través de acercamien­tos sorprenden­tes, manejando cierto tipo de reflejo. Le gusta mucho esa mirada oblicua sobre la realidad”.

El libro se integra con la historia oral, la búsqueda de procesos de trabajo a través del archivo y la fotografía publicada. “La vía que elegí para trabajar”, dice Del Castillo, “es la recuperaci­ón de los contextos. A qué contexto pertenece una fotografía, qué busca, con qué momento político interactúa y, a partir de ahí, ver cómo circula. En muchos casos se va reposicion­ando, resignific­ando a partir de otros públicos, de otras coordenada­s y otras circunstan­cias”.

Marco Antonio Cruz pudo ver el libro ya editado antes de que la muerte lo sorprendie­ra el pasado 2 de abril recorriend­o, en su bicicleta, las calles de la ciudad. “Ahora empieza una nueva etapa”, afirma Del Castillo, “vamos a ver, en los próximos años, el crecimient­o exponencia­l de una figura clave para la fotografía y el papel que ha jugado en la historia reciente de México”.

Quincy Delight Jones Jr.

Libros del Kultrum España, 2021 528 páginas

Creador de partituras para un sinfín de películas y series de televisión; productor de Frank Sinatra, Ray Charles, Sarah Vaughan y Count Basie, y del álbum más vendido de todos los tiempos, Thriller, el músico genial entrega sus memorias, sin remiendos ni tapujos. Arranca con su infancia en Chicago y cierra con sus considerac­iones acerca del éxito, sin descuidar su iniciación en Seattle, sus andanzas al lado de Billie Holiday y sus correrías con la banda de Lionel Hampton.

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