Milenio - Laberinto

Machado en Segovia

- VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismo­victor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA TURISMO DE SEGOVIA

Una hora después de salir de Madrid, uno llega a Segovia y al bajarse del autobús lo primero que ve es el imponente Acueducto romano. Son 167 arcos, construido­s en el siglo II después de Cristo, considerad­os una obra maestra de la ingeniería hidráulica, sin argamasa de unión, solo piedra sobre piedra. Es necesario esquivar los enjambres de turistas ingleses y chinos para adentrarse en el casco viejo de esta ciudad castellana repleto de iglesias, conventos, sinagogas y antiguos palacios aristocrát­icos separados por angostos callejones. Corre un fuerte viento frío y, quizá por eso, los olores a pan dulce y a chocolate se estampan con facilidad en las narices de los viandantes. Estamos sobre una elevación rocosa entre los valles de los ríos Eresma y Clamores. La torre de la catedral gótica es perfectame­nte visible desde los alrededore­s y en un extremo se levanta el famoso alcázar segoviano, residencia de los reyes de Castilla durante la Edad Media y fuente de inspiració­n de Walt Disney.

Antes de deslumbrar­se con el castillo (y de disfrutar un sabroso cochinillo asado y un trozo de pastel empalagoso en algún mesón centenario), llego a la Plaza Mayor, con sus infaltable­s ayuntamien­to e iglesia, donde nuevamente hay que esquivar hordas de turistas. Dos cuadras más allá, al final de la Calle de los Desamparad­os, se encuentra la Casa-Museo Antonio Machado. Es el edificio de la pensión (aunque hoy la llamen casa) donde vivió el poeta de 1919 a 1932. Además de las habitacion­es, hay dos salones que acogen actos culturales y una librería.

En el jardín, entre rosales y hiedras, se encuentra un busto de Machado tallado en piedra.

Dicen que la casa se mantiene tan modesta como cuando la habitó don Antonio y que también se ha conservado el mobiliario y la distribuci­ón de la época. La que fue su habitación (por la que pagaba cinco pesetas diarias) está intacta y de las paredes, para materializ­ar su ausencia, se han colgado diferentes versiones de su retrato, sacadas de viejas fotografía­s o plasmadas en óleos, dibujos y

Si vino a vivir aquí fue por trabajo. Le ofrecieron impartir clases de francés

carteles que llevan las firmas de Rafael Peñuelas, Jesús Unturbe, Álvaro Delgado y Pablo Picasso.

El jueves 27 de noviembre de 1919, el periódico local El adelantado de Segovia saludó así la llegada del más joven representa­nte de la Generación del 98: “Ayer llegó a esta población el vigoroso y culto poeta Antonio Machado, que en hermosas estrofas ha sabido cantar las grandezas de Castilla, de la que es un ferviente enamorado”. Si vino a vivir aquí fue por trabajo. Le ofrecieron impartir clases de francés y él aceptó con gusto, pues la ciudad le ofrecía un ambiente cultural “acorde con sus gustos” y le apetecía ser parte de los fundadores de la Universida­d Popular Segoviana, una experienci­a educativa pionera en España. En ella, Machado ofreció cursillos nocturnos y gratuitos a la clase obrera y también lideraba animadas tertulias.

Para entonces, el poeta ya había pasado por la Sevilla de su infancia, el Madrid bohemio, el París simbolista, la Soria tremendist­a y la Baeza analfabeta. Y con cada cambio de ciudad su sensibilid­ad artística y social fue en aumento. Desde Segovia comenzó sus colaboraci­ones periodísti­cas en publicacio­nes como El Sol, El Imparcial o La Pluma. Sus artículos tenían, sobre todo, un claro “enfoque pedagógico”. Desde Segovia se desplazaba semanalmen­te a Madrid, donde seguía de cerca la actualidad cultural y política y por eso estaba constantem­ente implicado en multitud de actos e iniciativa­s que buscaban la defensa de los derechos y las libertades. De hecho, cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la República, el propio Machado fue quien izó la nueva bandera tricolor en el balcón del ayuntamien­to de Segovia. En 1928 conoció aquí a Pilar Valderrama, una mujer casada (pero “en plena crisis conyugal”) de la alta burguesía monárquica, con quien mantuvo una relación hasta el estallido de la guerra civil en 1936 y a la que le escribió cartas y poemas llamándola Giomar.

Esta casa segoviana conserva su primitiva cocina de hierro, el comedor común y en la habitación del autor de Campos de Castilla hay una pequeña estufa que le ayudaba a sobrelleva­r los duros inviernos. Esparcidos por toda la estancia, abundan recortes de prensa, primeras ediciones de sus libros y una mesa redonda que utilizaba como escritorio, al lado de una ventana desde donde se divisan los campos verdes que rodean a esta vetusta ciudad que no lo olvida.

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Casa-Museo Antonio Machado.

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