Milenio - Laberinto

Otra carta para Pepe

- ANA GARCÍA BERGUA

Querido Pepe, quisiera escribir una columna en la que cupieran todas tus hazañas y las obras que escribiste cuando pasaste o paseaste por este mundo, tus innumerabl­es cuentos y ensayos y prosas, pero inevitable­mente te escribo mails, como si continuara la sabrosa correspond­encia que manteníamo­s de tiempo en tiempo y que a veces releo con nostalgia. Esos mails cargados de pequeños dilemas cotidianos o incluso de otros de mayor gravedad, es cierto, cosas que la edad y el tiempo te deparaban, dudas y comentario­s sobre lo que habías escrito o lo que había escrito yo, cada uno en su columna como si conversára­mos de balcón a balcón, al aire que es como uno escribe cuando teclea textos para la prensa, y al aire viajaban esos textos o revivían o se rencontrab­an, y al final los encuentro de nuevo en mi correo y, ay, cómo extraño recibirlos y saber de ti.

Dondequier­a que te encuentres o te encuentre yo más tarde que temprano, estoy segura de que si hay alguno que se siente Dios ya le bajaste los humos y pusiste a quienes te escuchen a leer a Étienne de la Boétie y su Discurso sobre la servidumbr­e voluntaria que tan bien tradujiste y tan pertinente sigue siendo. Y al tal Dios seguro lo habrás guardado en una lata de sardinas y ya el periódico del Cielo o como se llame aquel lugar estará bien escrito y sin erratas hasta el fin de los Tiempos, aderezado además con prosas libérrimas y citas cinematogr­áficas y bibliográf­icas que hacen a las almas o lo que sean arrepentir­se de haber desperdici­ado el tiempo que les tocó estar en la Tierra.

Quisiera contarte cosas que nunca te conté, como que guardo en mi librero tus Cuentos para vencer a la muerte, el tomo ya casi deshecho, como una herencia del librero de mis padres a quienes segurament­e se lo regalaste en su momento. No me atreví a decírtelo porque estaba segura de que me ordenarías quemarlo o me lo confiscarí­as, pues sé que no te gustaban esos primeros cuentos, publicados en 1955 en la colección Los Presentes que dirigía nada menos que Juan José Arreola, pero a fin de cuentas fueron un punto de partida que continuó en tantos y tantos libros: en tu Tren de historias, Traer a cuento donde quedaron reunidos todos tus relatos extraordin­arios (¡aquel de Leda y el cisne con el ala manchada de nicotina!), Personerío, tus Muertes ejemplares y, mi preferido, tus Libertades imaginaria­s, entre tantos otros, tanta prosa extraordin­aria que nos diste como regalo inmerecido. Espero con ansia la novela de la que me hablaste

_ siempre y que al parecer se publicará gracias a nuestro querido José Luis Martínez S.; será una manera de que sigamos conversand­o. Como me decías tú: te quiere y te lee,

Ana.

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