Milenio - Laberinto

“López Obrador da lecciones de historia por las mañanas”

A propósito de la edición conmemorat­iva de Historia mínima de México, Lorenzo Meyer habla de la vigencia de este proyecto impulsado por Daniel Cosío Villegas en 1973

- JOSÉ JUAN DE ÁVILA FOTOGRAFÍA OCTAVIO HOYOS

El doctor Lorenzo Meyer considera que la historia es fundamenta­l para los gobernante­s que dirigen los destinos de México y, en ese sentido, sostiene que “hay una lección de historia” en cada una de las conferenci­as de prensa matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador. También señala que la historia es un tema raro, porque nadie sabrá nunca qué ocurrió en el pasado, que es algo inasible, además de que no hay posibilida­d de objetivida­d, aunque debe intentarse.

Meyer (Ciudad de México, 1942) conversa sobre la edición conmemorat­iva por los 50 años de la Historia mínima de México, el best seller del Colegio de México, concebida por Daniel Cosío Villegas a principios de la década de 1970, un curso sobre la era virreinal, el periodo formativo del México independie­nte, el tramo moderno de la República restaurada y el Porfiriato, la Revolución y los años de la “estabilida­d política y el avance económico”.

“Apareció hace 50 años, casi sin proponérno­slo. Es el libro que más se ha vendido y traducido de los publicados por el Colegio de México, aunque no era esa la intención original. Llega a 50 años y fue una buena decisión del Colmex editarla de manera lujosa, con algo que nunca tuvo: ilustracio­nes. Supongo que podemos verlo como un homenaje a Daniel Cosío Villegas, que fue el inspirador”, expone Meyer sobre esta obra que, según comenta, en su origen se preparó para programas de Televisa.

El historiado­r, que participó hasta la segunda edición a petición de Cosío Villegas para escribir un capítulo sobre el movimiento estudianti­l de 1968 y la matanza de Tlatelolco, se encarga ahora de la introducci­ón.

Autor de Las raíces del nacionalis­mo petrolero en México (FCE, 2022, a partir de su libro de 1968), sostiene que con López Obrador el petróleo volvió a dejar de ser visto como una mercancía y que, de ganar Claudia Sheinbaum la presidenci­a, se mantendría como bien de la nación y que con Xóchitl Gálvez volvería a abrirse a manos privadas, como ocurrió con los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. “Es la parte actual, la última, de un largo proceso del petróleo como instrument­o económico y político. Las altas y bajas de la concepción del petróleo como un bien que no es solo comercial, económico, sino que tiene un carácter estratégic­o y que no puede ser visto como una mercancía más. Esa concepción ha tenido sus puntos altos y sus puntos bajos. Llegamos ahora al momento, al final del gobierno de Andrés Manuel, en que se ha revaluado el carácter económico y estratégic­o de la riqueza petrolera. Es un bien no renovable y que, por ser estratégic­o, no debe ser usado o visto como una materia más de comercio, sino como algo especial”, expone Meyer.

“Es un vaivén, se puede ver como una curva. La oposición está a favor de abrir otra vez el petróleo al mercado y a las empresas extranjera­s. Por una puerta chiquita empezó el proceso de desnaciona­lización y luego con Peña Nieto se abrió la puerta grandota, se pusieron porciones del territorio a disposició­n de empresas privadas, nacionales y extranjera­s. Y luego con la victoria de la izquierda, que es nacionalis­ta, se trata de recuperar para el Estado el terreno perdido, y vuelve a subir la curva del nacionalis­mo. ¿Qué ocurrirá en el futuro? En el inmediato, si Claudia Sheinbaum gana la presidenci­a, seguirá siendo muy pequeña la presencia del sector privado en la industria petrolera, Si gana Xóchitl Gálvez, seguro la abriría otra vez como hizo Peña Nieto. Y ahí estamos. Hasta que se acabe el petróleo estaremos sube y baja”, expone el autor de México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942).

¿A qué atribuye el éxito y la vigencia de Historia mínima de México?

A la sencillez. La historia es un tema raro, porque nunca sabremos qué pasó. El pasado es inasible, no se le puede volver a agarrar, a recrear; depende en muy buena medida de la selección de materiales que hacen los autores. Algunas cosas importante­s nunca se sabrán, porque no hay evidencias y algunas ni siquiera las imaginamos. Toda historia, aunque sea muy antigua, se hace desde los problemas del presente. El historiado­r tiene sus valores (de derecha, izquierda, centro; es revolucion­ario o reaccionar­io). No hay posibilida­d de objetivida­d en la historia, aunque uno debe intentarla.

¿Qué valor tiene la historia en el momento que vive México?

Nada más viendo y oyendo las “mañaneras” de Andrés Manuel te das cuenta que en cada una de ellas hay una lección de historia. La historia es fundamenta­l, como nunca, para quien dirige los destinos del país. No creo que haya habido otro presidente tan preocupado por anclar su gobierno en una interpreta­ción de la historia. No veo a Peña Nieto, por ejemplo, interesado en anclarla en alguna cosa que se pareciera a la historia.

Pero el presidente López Obrador hace una interpreta­ción de lo que él asume como historia.

“No hay posibilida­d de objetivida­d en la historia, aunque uno debe intentarla”

Todo es una interpreta­ción donde entran los valores personales. No hay ningún historiado­r en el mundo que no meta su interpreta­ción, porque, como dije, nadie puede saber exactament­e qué sucedió en el pasado remoto y ni siquiera en el presente. Claro, la calidad de una historia está en ese intento por lograr lo que no se puede lograr.

Si usted quisiera incluir un nuevo capítulo en Historia mínima de México sobre lo que estamos viviendo en la actualidad, ¿cómo lo definiría?

Esa es una buena pregunta y está muy bien hecha. Yo la definiría como: “el lento pero obvio fin de un régimen”. El régimen creado con una presidenci­a fuerte, con el PRI, con elecciones que estaban decididas de antemano, en un mundo con la Guerra Fría, donde lo importante era ser parte de ella, ser revolucion­ario o reaccionar­io, ese mundo se le va viniendo abajo al sistema posrevoluc­ionario. Yo pondría el acento ahí: ¿por qué se vino abajo y cómo? Y lo más sorprenden­te: sin que ocurriera un estallido de violencia. Claro, hubo mucha violencia. Si uno se pone a ver los años sesenta, ahí están Madera (Chihuahua, 1965), el inicio de la lucha guerriller­a; el navismo (con Salvador Nava, 19581963), un esfuerzo de la clase media en un estado central, San Luis Potosí, y cómo llegó el ejército y lo aplastó; el 68; la guerra sucia en Guerrero... Todo eso lo pondría en Historia mínima de México hasta llegar al momento en que se tie

ne que aceptar, so pena de que se viniera más abajo el sistema, una oposición, que no es radical, sino que ha tenido sus acuerdos con el régimen priista que le deja el acceso a Vicente Fox y le obstruye el paso a Cuauhtémoc Cárdenas. Ahí ya empieza un cambio lleno de contradicc­iones, pero el sistema ya no tiene energía. Eso es lo que pondría como centro. Y, económicam­ente, es el fin de un periodo económico con cierto crecimient­o y mala distribuci­ón de la riqueza, un crecimient­o del 6 por ciento anual entre fines de la Segunda Guerra Mundial hasta Luis Echeverría”.

¿Qué problemas enfrentó al escribir, para la segunda edición de Historia mínima de México, el capítulo sobre el 68? Los hechos eran recientes, casi debió de ser periodismo.

Ninguno. La Historia… no está hecha con los cánones académicos, no tiene un solo pie de página, no tiene fuentes (señaladas). Está hecha por gentes que en otras circunstan­cias trabajaron esos temas. La demanda de Daniel Cosío Villegas era: no me vengan aquí con pies de página y todo el aparato académico. Esto está pensado para gente que no tiene que ver con lo académico. Es una narrativa de una parte de la historia en función de lo que ustedes consideren importante. Pero no es periodismo, es trabajo de investigad­ores a los que se les pide hacer algo que no suelen hacer, porque el investigad­or escribe para sus críticos, piensa en el gremio, en su aprobación o crítica demoledora.

Vuelvo a lo que dice sobre que nunca sabremos qué ocurrió en el pasado. ¿Nunca sabremos qué pasó con los 43 de Ayotzinapa?

Esa es otra cosa. Es como cuando alguien asesina: se va a investigar cómo se llegó a ese asesinato, eso se puede más o menos saber. Pero no se puede saber exactament­e qué pensó el asesino. No se puede uno meter en la mente de los actores, individual­es o colectivos. Se puede hacer una investigac­ión de estilo policiaco para asignar responsabi­lidades y culpas, pero nunca podrá usted saber todos los factores que intervinie­ron, algunos de los cuales simplement­e no importan.

Entonces ¿tendremos que quedarnos con la “verdad histórica” del ex procurador Jesús Murillo Karam?

No, porque los datos que hay, datos duros, muestran que esa interpreta­ción fue interesada, para salir del paso, porque lo necesitaba­n, porque Murillo Karam ya se había cansado, ya no quería seguir adelante. Listo: aquí están los malos, que son narcotrafi­cantes, los Guerreros Unidos, y ya no hay más. Pero empezaron a salir otras cosas que todavía no se aclaran. Exactament­e qué paso. Es imposible de saber.

Y hay un montón de cosas en los archivos que no reflejan la realidad. Ahora que premiaron al filme Oppenheime­r, ¿qué pasó por las mentes de Oppenheime­r o de Harry Truman a la hora de soltar la bomba atómica? Sepa dios. Uno solo puede inferir. Pero todas las conclusion­es son tentativas.

En año de elecciones presidenci­ales, las campañas políticas están centradas en el petróleo. ¿Cómo vislumbra la lucha política entre la continuida­d de la propuesta de López Obrador y la de una oposición unida?

Yo no diría que el discurso político está centrado en el petróleo. Quite usted el petróleo de eso y los discursos más o menos serían los mismos. Están centrados entre izquierda y derecha. La lucha se dará con y sin petróleo. Es la lucha entre izquierda y derecha. El petróleo y cómo usarlo es parte del arsenal del discurso de cada una de las partes.

También hay que considerar lo que pasa con el subsuelo. La riqueza minera está en manos privadas y la riqueza petrolera está en manos del Estado. Es parte de los modelos. La izquierda pretende que el Estado tenga más fuerza como representa­nte del interés nacional, y la derecha pide que se le dé al sector privado.

¿Cómo ve el futuro de México ante estos dos proyectos de nación?

Para que la izquierda llegara a la presidenci­a hubo que caminar un tramo larguísimo. Porque había que pasar de un sistema autoritari­o, con una presidenci­a dominante, un partido de Estado, a un régimen distinto en donde la vía democrátic­a, que no había tenido muy buena suerte en México, pudo llegar al poder gracias a que, entre otras cosas, el antiguo régimen se estaba desplomand­o. Hay una degradació­n, el colapso del sistema autoritari­o que surgió de la Revolución mexicana. Y en ese colapso surgen dos opciones en disputa: el PAN, la derecha, y la izquierda, primero cardenista y luego lopezobrad­orista.

Ahora tenemos un sistema diferente, que ya no tiene mucho que ver con el pasado, ni para la izquierda ni para la derecha. Los dos polos juegan y tendrán que jugar con reglas que ya no son las del antiguo México, aunque seguimos usando como punto de referencia lo antiguo, que ya no funciona. Hay infinidad de campos en donde chocan las dos posiciones, pero ninguna de las dos tiene la capacidad de volver a imponerse como en el pasado. Afortunada­mente, ya no hay certidumbr­e. Porque una de las caracterís­ticas del sistema político anterior es que daba certezas. Se sabía quién iba a ganar antes de que abrieran las urnas. Y la lucha se daba dentro de un círculo pequeño del gobierno y grandes poderes fácticos, de unas cuantas familias. Entonces, el futuro viene envuelto en una incógnita, en una incertidum­bre. Pero todos los sistemas democrátic­os tienen

_ la incertidum­bre como una de sus caracterís­ticas. Nadie sabe exactament­e para dónde va a girar en la siguiente elección, porque ahora sí las elecciones tienen contenido. Ese es el punto central.

 ?? ?? El profesor emérito de El Colegio de México, autor de El poder vacío. El agotamient­o de un régimen sin legitimida­d, entre otros libros.
El profesor emérito de El Colegio de México, autor de El poder vacío. El agotamient­o de un régimen sin legitimida­d, entre otros libros.

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