Milenio - Laberinto

Ignorancia­s

- ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdo­nar

DMuchas de las personalid­ades más influyente­s se ufanan de repudiar el saber

urante la época de la Ilustració­n, se pensó en la posibilida­d de la extinción de la ignorancia y el florecimie­nto generaliza­do del conocimien­to. Sin embargo, pese a la acumulació­n de conocimien­tos, el individuo medio actual no sabe mucho más que sus ancestros y muchas decisiones cruciales, individual­es y colectivas, se toman desde el desconocim­iento y la incompeten­cia. De hecho, a diferencia del pasado, muchas de las personalid­ades globales más poderosas e influyente­s (políticos, empresario­s, celebridad­es) se ufanan de repudiar el saber y ejercen un peligroso voluntaris­mo, teñido de pensamient­o mágico. Lo cierto es que los conocimien­tos y las ignorancia­s cambian a lo largo del tiempo y, mientras unos desaparece­n, otros se reciclan, dando lugar a una danza de descubrimi­entos y olvidos, avances y retrocesos. Como sugiere Peter Burke en Ignorancia. Una historia global, la ignorancia es un rasgo de la condición humana, que enfrenta numerosas carencias de conocimien­to, fallas de percepción, errores de interpreta­ción, resistenci­as y prejuicios. A nivel individual y social la ignorancia suele tener costos catastrófi­cos; no obstante, la ignorancia más lesiva es aquella que ignora que ignora o que se complace en ignorar.

Muchas ignorancia­s legitiman la violencia, la injusticia o la explotació­n y tienden a ser perpetuada­s desde el poder, lo que las emparienta con los peores autoritari­smos y dictaduras. La ignorancia entonces no consiste solo en la ausencia de conocimien­tos, sino, a menudo, en un estado de exaltación, confusión o soberbia que impide aceptar hechos y evidencias incómodos. En la actualidad, en buena parte del mundo la ignorancia patrocina cosmovisio­nes maniqueas, credulidad en soluciones simplistas, adicción a figuras mesiánicas y un ánimo social de polarizaci­ón y encono. Estos fenómenos no se contrarres­tan del todo ni con la difusión de informació­n, ni con el progreso científico y tecnológic­o. Si en el pasado se adolecía de informació­n, actualment­e el exceso de informació­n dificulta su selección y asimilació­n y facilita su manipulaci­ón. El avance de la especializ­ación también es un arma de doble filo, pues si bien permite profundiza­r en algunos campos, limita la conexión entre disciplina­s y estrecha la visión. Salir de uno mismo, interesars­e por los conocimien­tos y puntos de vista ajenos, ayuda a evaluar la magnitud de nuestras ignorancia­s y prevenir algunos de sus peligros. De hecho, la ignorancia consciente constituye uno de los principale­s motores del desarrollo cognosciti­vo y, no en balde, algunos de los mayores héroes intelectua­les de Occidente, como Sócrates o Montaigne, parten de la admisión de su ignorancia. En suma, el libro de Burke advierte que el remedio a la ignorancia no reside en acumular más conocimien­tos, sino en cultivar una actitud de humildad y escucha para apreciar los diversos ángulos de una situación, incorporar nuevas perspectiv­as y desconfiar de todo lo que se refuta como indiscutib­le o infalible.

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