Milenio - Laberinto

¡Mátenlos a todos!

- DAVID TOSCANA

Kafka nos cuenta en El proceso que llegan dos hombres a arrestar a K. No puede irse, usted está detenido. “Así parece”, dijo K. “¿Y por qué?”, preguntó a continuaci­ón.

“No estamos autorizado­s a decírselo”. Así nos sentimos quienes nos registramo­s para votar desde el extranjero. La carta en que nos retiran el derecho al voto dice que “se identifica­ron inconsiste­ncias y/o una situación registral no válida”. Eso es tanto como preguntar por qué no puedo votar, y recibir la misma respuesta kafkiana: “No estamos autorizado­s a decírselo”.

Por supuesto, la palabra “inconsiste­ncias” está ahí para no decir nada, tal como el resto de la no explicació­n. Debemos agregar que la elegancia del lenguaje desaconsej­a el gringuismo “y/o”, y el buen estilo aconseja que si “las inconsiste­ncias” generan una “situación registral no válida”, entonces basta con decir “se identificó una situación registral no válida”.

Dice la gente del INE que percibió un riesgo de fraude, y eligió cortar por lo sano. Esto último, que figurativa­mente significa tomar una decisión drástica, aquí tiene el sentido literal en el origen médico de la expresión: cortar tejido sano por riesgo de que esté infectado. Mochar las dos piernas por no saber cuál tiene gangrena. Tal medida mata no solo la presunción de inocencia del votante, sino que sepulta una de las máximas del derecho, por la que es preferible que un malhechor se salga con la suya antes que castigar a un inocente.

El postulado original, del jurista Sir William Blackwell, dice: “Es mejor que escapen diez culpables a que sufra un inocente”. El extremo opuesto de esta idea lo proclamó Arnaud Amalric, cuando ordenó: “¡Mátenlos a todos! Dios reconocerá a los suyos”.

El meollo del asunto no tiene que ver con la matemática de los cínicos que dicen: “Tu voto es inútil a menos que tal o cual candidato gane por apenas un voto”.

Se trata del ejercicio de un derecho y una obligación, de respetar a los millones de mexicanos que se movilizaro­n y dieron su vida hace más de cien años al grito de “Sufragio efectivo”. Y las mujeres han de honrar a la millonada que también se movilizó para ganarse el derecho en 1953, y ejercerlo por primera vez en 1955.

Y todo para que un mindundi apoltronad­o en el INE nos mande a muchos hombres al porfiriato y a muchas mujeres a los años prerruizco­rtines. Ese personaje monta su propio fraude electoral quesque para evitarlo.

A K, le va muy mal. “Pero las manos de uno de los hombres aferraban ya su garganta, mientras que el otro le clavaba el cuchillo en el corazón, retorciénd­olo dos veces. Con ojos vidriosos, K pudo

_ ver cómo los dos hombres, mejilla con mejilla, observaban el acto final. “¡Como a un perro!”, dijo él: era como si la vergüenza debiera sobrevivir­le.

También el INE: como un perro con la cola entre las patas.

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