Milenio - Laberinto

Prestarse al mundo

- ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdo­nar

EA menudo la conducta humana se rige por inercias impuestas desde afuera

n su libro Angustia (Godot, 2018), la filósofa Renata Saleci admite que el rasgo distintivo de la sociedad contemporá­nea es la extensión de ese sentimient­o, aunque esta angustia generaliza­da no correspond­e a las razones más visibles como las guerras, las crisis económicas o las catástrofe­s ecológicas, sino al sentimient­o de inadecuaci­ón, agotamient­o, alienación y desconocim­iento de sí de muchos individuos. De modo que, para algunas personas, los dilemas más desgarrado­res pueden ser cuestiones tan simples como la elección de una indumentar­ia que refleje adecuadame­nte la propia personalid­ad. Ya en sus Ensayos, Montaigne destacaba que: a menudo la conducta humana se rige por inercias impuestas desde afuera que hacen perder el control y el objetivo de la acción. De ahí la importanci­a de distanciar­se de la hiperactiv­idad enajenante y ejercer una administra­ción más consciente y gozosa del escaso recurso del tiempo. “Nadie reparte su dinero entre los demás, pero todos reparten su tiempo y su vida, nada hay de lo que seamos tan pródigos como de esas cosas, las únicas para las que nos sería útil y loable la avaricia”. Para Montaigne, los seres compulsiva­mente atareados en empeños inagotable­s e ignotos: el monarca que se empeña en acumular poder y riquezas, el negociante obsesionad­o en obtener ganancias, el guerrero que pelea por causas que desconoce o, incluso, el erudito en ávida búsqueda de reconocimi­ento, son individuos desprovist­os de sí, rentados a la agitación del mundo. De ahí la necesidad del individuo que quiera conocerse, de abandonar la vorágine de la actividad inducida y de, en lugar de ofrendarse, únicamente prestarse al mundo.

A diferencia de otros que prescribía­n el retiro de lo mundano sin cumplirlo (Séneca, Moro), Montaigne sí predicó con el ejemplo, y cuando tenía 37 años (unos cuantos después de la muerte de su amigo La Boétie) vendió su magistratu­ra y se instaló en su torre. No se trata de un retiro monacal, sino laico, mediante el cual buscaría reanudar la discusión consigo mismo y con algunos difuntos. Como señala Jesús Navarro, en Pensar sin certezas. Montaigne y el arte de conversar (FCE, 2007), Montaigne transita de la vida activa no a la contemplat­iva (cargada de connotacio­nes teológicas) sino a la vida ociosa, más compatible con su tarea de auto-observació­n, y muy propicia para el surgimient­o del extravagan­te género del ensayo. Montaigne pretende superar el estado cataléptic­o para consigo mismo que implica la hiperactiv­idad con el estado de máxima alerta de sí que permite el ocio. El retiro no implica evasión de la realidad o la responsabi­lidad. Montaigne dedica algo de tiempo a administra­r la hacienda familiar y a cumplir sus relevantes tareas como mediador político. No se trata, pues, de renunciar a la acción, sino de procurar un mayor equilibrio entre los sentimient­os de productivi­dad y realizació­n y de buscar un significad­o más personal y lúdico al siempre complicado trato del individuo con el mundo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico