Milenio - Laberinto

Borrones político-culturales

- VÍCTOR NÚÑEZ JAIME FOTOGRAFÍA EFE

La mañana del pasado viernes 26 de abril, los vecinos que suelen atravesar la plaza del pueblo de Alpedrete, en la madrileña sierra de Guadarrama, se dieron cuenta de que las placas con el nombre del lugar (Plaza Paco Rabal) y de la cercana Casa de Cultura (Asunción Balaguer) habían sido sustituida­s sin previo aviso. Ahora paseaban por la Plaza de España y entraban al Centro Cultural La Cantera. El municipio, gobernado por la derecha (Partido Popular) en coalición con la ultraderec­ha (Vox), lo había acordado un día antes en una junta extraordin­aria, sin la presencia de los partidos de la oposición.

La noticia se extendió enseguida por esta pequeña localidad donde viven los dos hijos de la pareja de ilustres actores, Teresa y Benito, quienes no tardaron en protestar. Además de ser vecinos de este pueblo, dijeron, sus padres contaron y cuentan con el cariño y la admiración de la mayoría de los habitantes. Por eso se les puso su nombre a la plaza y a la casa de cultura. Por eso, también, este par de hermanos expresaron en un comunicado su “absoluto rechazo a ese acto enmarcado dentro del revanchism­o y el revisionis­mo histórico en el que está empeñada la ultraderec­ha. No existe motivo alguno que avale la decisión del ayuntamien­to, a no ser que sea el conocido pensamient­o progresist­a de ambos actores y su militancia comunista, lo cual nunca les impidió compartir amistad y cariño con quienes pensaban de manera diferente”.

Francisco Rabal, ¿hace falta decirlo?, fue uno de los actores más importante­s de España. Trabajó bajo las órdenes de directores como José Luis Sáenz de Heredia, Mario Camus, Carlos Saura, Luchino Visconti, Luis Buñuel y Pedro Almodóvar. Fue el entrañable sacerdote de Nazarín, Azarías en Los Santos Inocentes y Goya en el biopic del célere pintor. Y, sí, también fue un deslenguad­o, mujeriego, alcohólico y rojo empedernid­o. Asunción Balaguer, su esposa, además de ser actriz de cine, teatro y televisión hasta casi sus últimos días, lideró la lucha por los derechos de propiedad intelectua­l de los actores, dobladores, bailarines y directores de escena, desde la Asociación de Artistas e Intérprete­s de España, entidad que desde hace casi dos décadas, además, otorga el Premio Nacional de Periodismo Cultural Paco Rabal, con el que esta humilde columna fue distinguid­a hace unos años.

Así que ustedes comprender­án que, después de semejante honor, este reportero se tome ahora la afrenta de los ultras como algo personal.

Los “pactos de la vergüenza”, entre la “derecha tradiciona­l” y la “ultraderec­ha xenófoba y revisionis­ta”, se “normalizar­on” y consolidar­on con las elecciones del año pasado. Hoy dominan varias institucio­nes, ayuntamien­tos e, incluso, cinco comunidade­s autónomas del país, con el firme propósito de orillar a España a la involución. Desde las entrañas del sistema, escudados en el odio y la revancha, se esfuerzan por dañar la convivenci­a democrátic­a y los derechos conquistad­os por la sociedad contemporá­nea. Lo mismo se lanzan contra el aborto, la eutanasia, la violencia de género y la diversidad sexual, el medio ambiente o los inmigrante­s, que contra la memoria histórica (son abiertamen­te nostálgico­s de la dictadura nacional-católica de Francisco Franco).

En su batalla ideológica y cultural contra la izquierda, la ultraderec­ha ha obligado a sus socios conservado­res a derogar las leyes locales de la Memoria Democrátic­a para impedir, por ejemplo, la búsqueda de los restos mortales de las víctimas de la represión franquista. También está en contra de los sindicatos que velan por los derechos de los trabajador­es, del uso de las lenguas cooficiale­s del Estado Español (catalán, euskera, gallego, valenciano) o de la educación sexual en los colegios, promueve una bajada de impuestos en detrimento del Estado de Bienestar (sanidad y educación públicas), ve en cada inmigrante a un delincuent­e en potencia y, ya que ha llegado al poder (aunque sea por la puerta de atrás, aprovechan­do el régimen parlamenta­rio vigente), se ha dado el gusto de cambiar nombres de calles y plazas.

Sectarios e ignorantes, los ultras deberían dejar de atrinchera­rse en el negacionis­mo, la desinforma­ción y la demagogia para llevar a cabo borrones político-culturales y de esforzarse en polarizar a la sociedad para asumir sus responsabi­lidades históricas y ocuparse de respetar la cultura, el patrimonio y a los vecinos ilustres.

Sectarios e ignorantes, los ultras deberían dejar de atrinchera­rse en el negacionis­mo

 ?? ?? Asunción Balaguer y Francisco Rabal.
Asunción Balaguer y Francisco Rabal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico