Ernesto Herrera defiende la tradición literaria
Con Borges como guía, el colaborador de MILENIO retoma y difunde a los clásicos
HJesús Alejo Santiago/ ay una definición un tanto peyorativa de la palabra “diletante”: alguien que “cultiva algún campo del saber o se interesa por él, como aficionado y no como profesional”. Pero en el Diccionario de la Real Academia hay otra que está más cercana a lo que Ernesto Herrera persigue en su libro más reciente El historiadorfilósofo (Libros Magenta/ Editorial Universitaria UANL, 2017). “Un texto de Armando González Torres me ha estado resonando: ‘Misión diletante’, que habla de un término que puede ser considerado peyorativamente desde el punto de vista del especialista, pero es más humilde y que asumo con la idea que él expone, donde la curiosidad es uno de los aspectos, y aquí está lo mismo en el papel del ensayista que en la idea de ser puente, un transmisor de información, un comunicador”.
Tras publicar Movimientofluido, en el cual reunió textos como se habían publicado, en el nuevo realizó una selección minuciosa de textos, más trabajados, donde se diera una depuración del lenguaje y de las ideas.
Uno de los objetivos del volumen fue reflexionar acerca de una serie de títulos clásicos, para que sea el lector el que se encargue de decidir si lo busca o no, a fin de “mantener toda una zona de literatura o de escritura más vinculada con la tradición de los clásicos”, explica el también editor de Brújula semanal de MILENIO.
“Podría llamarlo una defensa de cierta tradición, sobre todo por lo que hemos visto ante la velocidad con la que cambian ciertos puntos “No buscaba someterme a minuciosidades, sino mostrar mis propias curiosidades como lector” de vista, una idea literaria clásica, que después se confunde con conservadora, en la que ciertos autores se consideran aburridos porque son antiguos. Antiguo y aburrimiento se han convertido en sinónimo”.
El libro ofrece un panorama que va del siglo XVIII hasta nuestros días, a través de autores como Edward Gibbon, Lafcadio Hearn, Henri Barbusse, Lytton Strachey, Giuseppe Ungaretti y Alfred Kazin, entre quienes aparece casi como guía Jorge Luis Borges.
“La literatura mexicana sería para pensar en otro libro, pero solo hasta la revisión final me di cuenta de las interconexiones, cómo se citan nombres y, sobre todo, zonas de interés, como la historia literaria, el clasicismo, la Edad Media, periodos que a mí me gustan mucho, en parte por los aspectos del lenguaje y, en especial, por la exposición de ideas. Es ahí donde estaría el libro”.
Sobre la presencia de Borges, Herrera reconoce su importancia como puente, una autoridad por la curiosidad de sus lecturas; ante todo, gracias a Borges somos lectores: “Recuerdo que Vargas Llosa decía que el autor que Borges te proponga es uno que te va a gustar. Es el puente, un gran divulgador, para conocer a muchos escritores, no tanto contemporáneos, sino escritores del pasado”.