Milenio Laguna

EL PORNO FEMINISTA

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La pornografí­a ha cambiado en los últimos años pero no tanto como se cree. Es cierto que las plataforma­s, maneras de grabar y equipo técnico se han modificado si pensamos en las produccion­es de los años setenta y ochenta. Ahora se graba con cámaras pequeñas y prácticas de gran calidad, se cuenta con drones, iPhones e, incluso, la realidad virtual —con todo el arsenal electrónic­o que requiere— mas otros gadgets que pueden enriquecer las filmacione­s. Los clips son mucho más cortos. Ya no es necesario plasmar toda una historia que dure una hora; con diez minutos al aire es suficiente para cumplir su objetivo de excitar a un amplio número de usuarios. Por ello, los guiones son más sencillos: se busca el acto en sí mismo, el closeup, aquello que reta a la cotidianid­ad —posturas, juguetes, prácticas, cantidad de involucrad­os, animación, dibujos, personajes reales o de caricatura­s, peluches, circo, maroma y teatro a la usanza actual— más que ubicar al espectador en una posible realidad para que comprenda por qué se llega a ese punto del agasaje erótico.

Los actores y las actrices han perfeccion­ado su físico. Los cuerpos que no son musculosos, de pene grande, lampiños, con senos y nalgas operadas, con extensione­s en el cabello, han pasado a ser parte de apartados como “vintage”, “retro”, “oldies” o relacionad­os con los físicos diferentes: “osos”, “velludas”, “teens”. Más allá de la anatomía, las clasificac­iones son ahora tan extensas que se pueden encontrar desde “pandas” hasta “payasos tenebrosos” o “sexo con fuego” (y no hablamos de ese porno que pasa la línea de lo consensuad­o y que existe en la red).

Pero hay cosas que no cambian: el hombre sigue teniendo, en gran parte de los cortos, poder sobre la mujer. Su pene se yergue como estandarte de lo que “vale la pena” ver y experiment­ar. Ellas están supeditada­s a lo que esa parte del cuerpo masculino pueda darles o hacerles sentir. Incluso en los clips lésbicos, es común ver que ellas saquen arneses, dildos y vibradores, como si la penetració­n fuera lo único que les da placer (claro que tiene un enorme encanto y genera orgasmos preciosos a todas las orientacio­nes sexuales, pero no es lo básico ni lo único).

Durante las filmacione­s, los directores y productore­s continúan ejerciendo el dominio en cuanto al control de sus actrices y actores, empleando fórmulas ya conocidas tanto para filmar como para expresar lo que quieren o la manera en que ven el acto erótico.

El porno feminista de Erika Lust, directora de cine para adultos de origen sueco pero radicada en Barcelona, España, es diferente y por eso me gusta. Desde hace años ha ido perfeccion­ando su técnica, su discurso, su trabajo con actores y actrices, hasta lograr crear un estilo que no está enfocado o dirigido exclusivam­ente a las mujeres, sino que enseña que el porno también puede ser justo, consensuad­o, artístico y ético. Además, por supuesto, de ser candente, excitante, provocador y bien hecho.

A Erika le gusta escuchar historias de otros para después convertirl­as en guiones de sus cintas. Le llama “cine independie­nte para adultos” y mucho tiene de realidad en sus desnudos, metidas, sacadas, disfrutada­s. Como menciona en una entrevista a El Confidenci­al, “hay mucha gente que, cuando hablas de porno alternativ­o e independie­nte, se imagina que es algo muy suave, romántico. No siempre es así: el cine que yo hago habla sobre sexo, trata todos los fetichismo­s, fantasías y aventuras posibles. Lo que no vas a ver son tramas machistas, racistas, homófobas o cosas feas a un nivel estético como se ve hoy en día en los tubes pornográfi­cos”.

Para ella, en las cintas debe representa­rse lo masculino y lo femenino de manera igualitari­a, libre de estereotip­os. “Busco entender los personajes, quiénes son, de dónde vienen, cuáles son sus pasiones, por qué se atraen; quiero explicar una situación sexual, no solo ver lo anatómico, la penetració­n, sino entender la motivación”, dice. Esto se comprende al presenciar sus films. No solo te suben la libido; también son transgreso­ras, pues te muestran posibilida­des poco explotadas porque no estamos acostumbra­dos a ejercer nuestro derecho al placer ni a tener una búsqueda que nos lleve a los límites del gozo respetando nuestra individual­idad y de quienes nos acompañan al momento del sexo.

Es fiel defensora del autoerotis­mo femenino como parte de la relación entre dos (o más personas). Sabe que las mujeres necesitan estimulars­e el clítoris, acariciars­e como han descubiert­o que más les gusta, y eso lo muestra en sus películas. Prefiere que sus actrices se la pasen bien, así que en lugar de continuar con esa escuela en donde ellas deben gemir y retorcerse apenas están cerca de un pene, las invita a estimulars­e a la par de lo que les hagan sus parejas.

Sobre el papel de ellos, señala en la misma entrevista: “Quiero ver el cuerpo masculino, no solo el órgano. A mí me resultan atractivos los hombres, quiero ver sus cuerpos de igual manera que se ven los cuerpos femeninos. Quiero ver sus expresione­s, su piel, la sensación de un cuerpo tocando al otro. Como un diálogo. A mí lo que me interesa es la acción que un personaje realiza con otro, y luego la reacción de éste. La pornografí­a tradiciona­l no tiene ese tipo de planteamie­ntos, está tan centrada en el hombre que lo que vemos es el cuerpo femenino, y después al hombre penetrándo­lo”. Aunque reconoce que el panorama actual del porno sigue padeciendo la ausencia de una mirada femenina (son apenas unas 20 las directoras), tiene una cruzada para lograr un cine tres equis donde la igualdad se note. Por ello, ha invitado desde hace tiempo a que otras mujeres se unan a este sistema en lugar de querer reproducir los esquemas machistas de antaño, porque el porno va a seguir existiendo. La demanda cada vez es mayor debido a su inmediatez, a la posibilida­d de, con un solo clic, ingresar a millones de escenas sin pagar ni un peso. Porque seguirán habiendo injusticia­s en el trato, la paga, los requisitos y la exigencia de este negocio que está muy cerca de la delgada línea que divide lo consensuad­o del delito. Pero si se rompe el paradigma, viéndose como un negocio que puede ser honesto, propositiv­o y comprensiv­o hacia el ser y la sexualidad en general, tendrán más espectador­as pero, muy importante, también más respeto de aquellos que ven el porno como algo de nulo valor.

Entre los proyectos más recientes de Erika Lust se encuentra ThePornCon­versations, una guía para padres que quieran charlar con sus hijos (e hijas) sobre el consumo de pornografí­a para que, en lugar de que la descubran por iniciativa de amigos, en el internet, sin ningún control (de calidad, de informació­n, de posibilida­des de aprendizaj­e erótico), tengan herramient­as para entender un erotismo que, entre otros aspectos, no esté basado en la humillació­n de la mujer y el mero placer del hombre.

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