El pecado de no ser Momia
Saben cuál fue la pregunta que más se me hizo después de ver la nueva entrega de y platicar con Tom Cruise al respecto? “Oye ¿cómo se veía Tom Cruise?”, “¿guapísimo?”, “¿operado?”. La respuesta, por cierto, para mí en particular, es la primera. Pero tampoco es algo que me tenga con mucho pendiente, por amor de Dios. Es Tom Cruise. Tiene 54 años y sigue brincando de aviones y edificios. Tiene seis películas en este momento en diferentes etapas de producción y es un gran sobreviviente en términos de relaciones públicas de cualquier controversia (las conocemos bien) de su vida personal.
Russell Crowe, quien, por cierto, es un año y medio más joven que Tom Cruise, según todas las biografías oficiales, ya no depende de su belleza para seguir adelante y como Dr. Jekyll en esta cinta que pretende reinventar la franquicia de monstruos clásicos de Universal, perfectamente podría ser la columna vertebral de todo lo que viene con este megaproyecto que pretende competirle a Marvel y a D.C. a su manera. ¿Y saben qué? Así con la vida que le pasó por encima y todo, me gusta más que nunca. Como hombre y como actor.
Pero ahí les va mi tema con todo esto. Sobre todo ahora que Cruise está en la etapa de preproduction de
Cuando hizo esa película en 1984, su coprotagonista Kelly McGillis tenía 27 años. Cuando hizo Demi Moore tenía 30. Y en la maravillosa
Renée Zellweger tenía también 27. Misma edad que Tom en promedio (Kelly era más grande, porque era su instructora en la academia de vuelo).
¿Saben qué edad tienen las protagonistas de Tom Cruise en Cinta que se estrena (en promedio) 25 años después de las películas recién mencionadas. Ninguna de las dos pasa de los 34. ¿Se imaginan a Kelly, a Renée o incluso a Demi en esos personajes? Yo sí, sin la menor duda. Pero odiaría leer, escuchar y saber cuántas personas estaban más preocupadas por las operaciones que se pudieron haber hecho (pregúntenle a que por cualquier otra cosa que lograran en pantalla.
¿Qué edad tendrá la siguiente coprotagonista de Tom? No es un gran descubrimiento que Hollywood no perdona el pasar del tiempo y que es casi imposible ganarle siendo mujer. Hay casos como la espectacular actriz Robin Wright
o una Cate Blanchett, Helen Mirren o por supuesto Meryl Streep. Pero la presión es terrible para todas las demás.
Una actriz como Lisa Kudrow, por ejemplo, a quien amábamos como Phoebe en hoy en día podría ser contratada para interpretar a la mamá de Jennifer Aniston (quien realmente sí tiene buenos genes) en una comedia romántica. Pero los comentarios sobre cómo Lisa se ha negado a someterse a ninguna cirugía estética cada vez que aparece en pantalla (y vaya que es una gran actriz y comediante) son cada vez más desagradables.
En otras palabras, no hay forma de ganar. Porque esto no es culpa de Hollywood, queridos amigos, somos nosotros los que nos regodeamos con estas conversaciones, mientras, tal vez, evitamos el espejo y la idea de pensar que si la gente llevará 20 o 30 años viendo nuestro trabajo, lo poco que valdría todo lo logrado a comparación de una arruga. Por eso tanto bisturí y aún más ansiedad en esta parte tan frívola del maravilloso trabajo de contar historias. Nadie quiere realmente ser