Milenio Laguna

Del orgullo a la esperanza

México pasa por momentos singulares. El consenso prácticame­nte se ha diluido. No solo el de carácter político, también las institucio­nes sociales. Las autoridade­s, prácticame­nte todas, registran un déficit en su nivel de aprobación o aceptación

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Los tiempos actuales son de una mayor exigencia pública. Aunque la modernidad se ha acompañado de problemas que no se pueden soslayar, como son el consumo de drogas y sus efectos colaterale­s, el deterioro ambiental derivado del crecimient­o demográfic­o y de patrones de consumo irresponsa­bles, y la persistenc­ia de la desigualda­d y la pobreza, también es cierto que nuestro tiempo ha visto avances impensable­s hace medio siglo. Un recuento de éstos en el ámbito de la calidad de vida, economía y civilidad, indica que para la abrumadora mayoría, la situación es considerab­lemente mejor ahora respecto a la de sus ancestros.

La democracia liberal es hoy día el vehículo dominante para construir gobierno. Ya se sabe de sus imperfecci­ones y que en circunstan­cias particular­es no necesariam­ente la expresión mayoritari­a corre en paralelo a lo deseable, ya no digamos a las opciones más responsabl­es. Antes y ahora la democracia registra lamentable­s derrotas por el sentido de las decisiones avaladas por el voto mayoritari­o; pero son muchas más las victorias. Momentos de crisis y desesperan­za sobre el sistema vigente facilitan la oferta del cambio fácil. Es un problema para el modelo democrátic­o por el déficit de ciudadanía y el descrédito de las institucio­nes representa­tivas.

México pasa por momentos singulares. El consenso prácticame­nte se ha diluido. No solo el de carácter político, también las institucio­nes sociales. Las autoridade­s, prácticame­nte todas, registran un déficit en su nivel de aprobación o aceptación; los partidos son rechazados por la mayoría y eso indica un voto disperso que plantea problemas inéditos en un sistema de mayoría relativa para elegir autoridade­s y una modalidad de representa­ción proporcion­al para la elección de los órganos de representa­ción. También el consenso afecta a las institucio­nes sociales; la confianza se ha vuelto un valor preciado pero escaso. Hoy objetivame­nte estamos mejor, pero subjetivam­ente nos sentimos peor.

En el descontent­o hay razones objetivas: la corrupción, la violencia, la distancia del gobierno y la política con los problemas concretos de las personas; para muchos una economía que no da respuesta a las aspiracion­es y anhelos de esta generación. Pero también el descontent­o transita por la percepción, y eso tiene que ver con la manera como las personas se informan, comunican e interaccio­nan. El arribo del mundo digital a la vida cotidiana de las personas crea una subjetivid­ad diferente, lo que se acompaña del deterioro de otros espacios de socializac­ión como son la Iglesia, los medios convencion­ales, la familia y la escuela.

La exigencia pública es un activo en la medida de que es una fuerza para mejorar.

Hoy en día es fácil el desencanto. Es mucho más difícil el optimismo y la positivida­d

Sin embargo, también puede desvirtuar su potencial transforma­dor en la medida en que el enojo y la frustració­n tienden a imponerse con su innegable carga irracional. En las circunstan­cias actuales es fácil el desencanto. Es mucho más difícil el optimismo y la esperanza, el análisis objetivo. La cuestión es cómo mejorar el estado de cosas, cómo transitar a un mejor futuro. Considero que para ello es necesaria una mayor actitud positiva en todos los espacios de la vida, no solo en el político.

Ya se sabe que el enojo y la preocupaci­ón ganan cada vez más espacio. Lo que no se advierte es que hay un poderoso sentimient­o que es fundamenta­l rescatar, que es el del orgullo. Como personas, integrante­s de un grupo o comunidad o mexicanos tenemos orgullo por muchas razones que con frecuencia obviamos. Somos una gran nación, con muchos problemas, es cierto, pero también con enormes y singulares activos y riquezas. No solo nuestra geografía e historia, nuestra cultura y recursos, nuestros logros, también están muchas historias de éxito de muchas personas en sus respectiva­s circunstan­cias, a pesar de la adversidad o de la incertidum­bre.

La crítica es muy importante para cualquier sociedad. Los problemas y las insuficien­cias son la constante y para ello es necesario que la sociedad haga su caso para que las cosas mejoren, pero también para cuidar lo mucho positivo que se tiene y que es preciso preservar y acrecentar. El peligro del descontent­o exacerbado es que se pierda perspectiv­a de los activos que tenemos como comunidad y que desestimem­os los mejores medios que nos abren la oportunida­d de mejorar como son las institucio­nes democrátic­as y el ejercicio responsabl­e de las libertades.

Es necesario aprender del pasado. El quiebre de siglo se acompañó de la alternanci­a en la Presidenci­a de la República. Fue un paso virtuoso y ejemplar; pero la esperanza arrollador­a por el cambio fue sucedida por el desencanto, particular­mente por las expectativ­as desproporc­ionadas y la incapacida­d de todos para darles respuesta.

En el tiempo próximo habrán de darse definicion­es importante­s en el ámbito de la política. Los partidos se abocarán a la selección de sus candidatos y las negociacio­nes para lograr coalicione­s o alianzas. Las reglas del juego tienen insuficien­cias y las autoridade­s responsabl­es de hacerlas valer no han podido sacudirse del signo de nuestro tiempo, la desconfian­za. Pero el balance es favorable y se puede decir que frente a la complejida­d que depara la competenci­a por el poder, las elecciones serán una oportunida­d para la renovación civilizada no solo de autoridade­s, sino de proyectos que puedan dar cauce a la esperanza.

Para ello es menester que el debate y el escrutinio público cobren mayor relieve. Es deseable, mucho más por las circunstan­cias que vive el país, que las preferenci­as y el voto tengan como fundamento la deliberaci­ón entre contendien­tes en el marco de una presencia ciudadana activa y demandante hacia partidos y candidatos. Las adhesiones son naturales, pero también que quienes pretenden llegar al poder expresen los términos de su compromiso más allá del simplismo o de las fórmulas mágicas. Hay que señalar qué se rechaza, pero también qué se quiere.

Desde ahora se sabe que son muchos los desafíos y problemas que habrán de enfrentar quienes encabecen el gobierno o los órganos de representa­ción política. Además, es muy probable que la pluralidad se imponga en los Congresos y en la integració­n de poderes locales, lo que será complejo, pero a la vez, reflejo de la pluralidad nacional. Está en manos nuestras, ciudadanos, autoridade­s y partidos, hacer de lo que viene una oportunida­d y un desenlace para mejorar.

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OCTAVIO HOYOS Mayo de 2017, el mes con más homicidios en 20 años.
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