Aquí seguirán
Para el infortunio de México y los mexicanos, hay quienes se están yendo dejándonos un tanto solos, un tanto tristes. La muerte duele, se mete por los ojos, los oídos, la nariz, los poros, se arrastra bajo la piel y se contonea en el corazón. Hay nostalgia. Pienso en quienes, dedicados en cuerpo y alma al periodismo, dieron muestra y ejemplo dignos de convicción.
A Eduardo del Río, “Ríus”, lo conocí desde chamaco. Su destreza y sentido crítico, lo que plasmó en su actividad gráfica me atraparon. Resultó impres- cindible ver sus “monos” en historietas, leer sus libros izquierdizantes, primero; y de desencanto, después.
Fue tema de conversación en mi adolescencia. Estudiar periodismo me acercó a su obra. La vida hizo que lo conociera personalmente, que lo tuviera frente distintas ocasiones en Torreón. Inolvidables charlas de historia, política, filosofía, religión, periodismo y caricatura.
El Departamento de Difusión Cultural (DDC) de la hoy UAdeC, creó y convocó (años 80) un concurso de caricatura periodística con su nombre. Era un homenaje, ya, a su trayectoria. En uno de esos viajes, “Ríus” conoció a una colaboradora del DDC, Rosy Iduñate Ramírez, de quien se enamoró y con quien estuvo casado un tiempo. Recibí la inigualable y sencilla invitación a su boda en tierras morelenses.
A Jaime Avilés lo traté y leí. Su fuerza reporteril como narrador, cronista y columnista, sembró una gran empatía. Considerado por la crítica como un verdadero periodista y virtuoso de la prosa, Jaime fue, creo yo, un mejor conversador. Periodista ejemplar, claro, crítico, valiente, panorámico, existencial. Su calidad y prestigio no requirió de reflectores, su trabajo habló por él siempre. Él solo, que no solitario, deambuló por acá y por allá, con su libreta y su pluma. Ocurrente, escénico, Jaime cultivó su pensamiento de la realidad que vio y escuchó por todos lados de este país y otros, y lo que dedujo lo escribió, con todas sus letras, nombres y apellidos, en el transcurso de su ejercicio periodístico. Los dos, “Ríus” y Jaime, aquí seguirán.