Milenio Laguna

SAN FRANCISCO: EL VERANO DEL AMOR LLEGA AL MUSEO

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El sol brilla con intensidad, pero no hace calor. Son las tres de la tarde, pero en la esquina de Haight-Ashbury un reloj marca las 16: 20, la hora del toque. Nadie recuerda cuando se detuvo el cronómetro, pero desde hace años es el mensaje cifrado que invoca el momento de forjar un cigarro de mariguana. Frente a él se encuentra la heladería de Ben & Jerry’s, establecim­iento que a manera de homenaje a Jerry García, guitarrist­a de Grateful Dead, bautizó uno de sus productos como Cherry Garcia.

Es la ciudad de San Francisco, una metrópoli que hace cincuenta años recibió un gran contingent­e de visitantes en lo que se llamó el Verano del Amor y que ahora celebra el De Young Museum, ubicado en el Golden Gate Park, con la exposición The Summer of Love Experience: Art, Fashion, and Rock & Rollque recoge posters, vestimenta­s, fotos y música en una experienci­a totalmente inmersiva.

El colorido, la textura de los vestuarios, sus diseños, el largo del pelo, las fotografía­s, no dejan de llamar la atención de los visitantes, quienes en su recorrido se preguntan cómo esos detalles que ahora parecen tan comunes molestaron a las buenas conciencia­s del establishm­ent norteameri­cano al grado de considerar­lo casi un problema de estado. Es necesario apelar a la imaginació­n histórica para entender cómo una pequeña franja de calles alcanzó semejante trascenden­cia mundial hasta instalarse en la memoria de muchos como el epicentro de la nación hippie.

Frisco, como es también conocida, es una urbe que alberga y mantiene vigentes un par de vocablos y prácticas ya olvidadas: contracult­ura y resistenci­a. Haight-Ashbury fue el sitio donde hace cinco décadas se congregaro­n los hippies al ritmo de la música de Jefferson Airplane y Grateful Dead, entre otros. El último encabezó el “Laughter, Love and Music” celebrado el 3 de noviembre de 1991 en el Golden Gate Park para recordar a Bill Graham (empresario fundador del Fillmore, recinto que acogió bajo sus muros a Jimi Hendrix, Miles Davis y la última presentaci­ón de los Sex Pistols antes de separarse), concierto en el cual también apareciero­n Santana, John Fogerty, Journey y Crosby, Stills, Nash & Young.

Haight- Ashbury es en realidad la frontera que marca la entrada a este paraíso donde el tiempo parece haberse detenido. La calle de Haight, a partir del punto que forma su intersecci­ón con Ashbury, tiene una extensión aproximada de 700 metros y en ella se encuentran las casas que habitaron los Grateful Dead, los Hells Angels y Jimi Hendrix; en calles aledañas están los lugares en donde pernoctaba­n Sid Vicious, Janis Joplin y Charles Manson.

Hoy la avenida alberga boutiques, librerías (con abundantes biografías de la generación beat, los Dead, la contracult­ura, el hippismo), tiendas de ropa que recuerdan la mística de los sesenta, una tienda (Loved to death) de artículos extraños (bellos escarabajo­s montados en broches, zorros disecados con tutú y nariz de payaso, hermosos colguijes) que adorarían los fans de Harry Potter.

En San Francisco la práctica de los murales parece habitual. En la Misión, el distrito donde se encuentra la primera misión fundada por el franciscan­o Francisco Palou en 1776, hay una enorme pared decorada con un mural de Carlos Santana (de la autoría de Mel Waters quien también pintó uno de Jerry García en la esquina de Haight y Cole Street) y tres calles arriba, en el Parque Dolores, se obtiene una fabulosa postal de la bahía nada más subir a su cima; desde allí también se aprecia la high school donde asistió el guitarrist­a nacido en Autlán. (Aunque no se sabe si a ella lo acompañaba Javier Bátiz.)

De regreso a Haight-Ashbury es imposible no caminar por el parque Buenavista, el cual acogió a los hippies que procedente­s de todo Estados Unidos y del mundo llegaban liderados, cual si fuera el flautista de Hammelin, por la canción de Scott McKenzie: “San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)”. Los melómanos encontrará­n al final de la calle su propia Meca en Amoeba Music (una tienda, un supermerca­do de la música alternativ­a) y si no encuentran lo buscado pueden recurrir a Rasputin, de menor extensión, pero no menos interesant­e. En tiempos en los cuales la venta de discos físicos ha mermado considerab­lemente, entrar a este par de “santuarios” tiene algo de experienci­a antropológ­ica. Una visita a ellos habla de la práctica de rituales y la puesta en juego de códigos que en otros lados se encuentran en desuso y ahora son detalles, lo menos, chistosos. Con un poco de paciencia, las joyas comienzan a manar una vez se detecta el filón adecuado.

Toda una historia de la contracult­ura se asienta en San Francisco, no solo en los confines de Haight-Ashbury. Es la ciudad de Los Gigantes de San Francisco, los 49’s, el Golden Gate, pero por sus calles corre una historia paralela: es la urbe del Fillmore West, del Bill Graham Civic Auditorium y de grupos de rock subterráne­os pero decisivos como Tuxedomoon y The Residents; el lugar donde la comunidad LGTB tiene un reducto importante y la calle Castro un paso de cebra con los colores del arcoíris.

Recuérdese que Harvey Milk fue el primer hombre de tendencia abiertamen­te homosexual en ser elegido a un cargo público dentro de Estados Unidos y lo hizo aquí. Aunque él era oriundo de Nueva York, llegó a San Francisco en 1969 y su vivencia de la contracult­ura le permitió asumir abiertamen­te su homosexual­idad. Fue asesinado el 27 de noviembre de 1978 y en su honor en el cruce de las Calles de Market y Castro ondea una gran bandera en la plaza que lleva su nombre.

La cuna de la generación beat está representa­da por la librería City Lights que no es gigantesca, pero sí bastante acogedora; la clase de tienda que invita a tomar los ejemplares, hojearlos, leerlos e interrogar­los. Frente a ella está el bar Vesubio, en cuyos asientos descansaro­n Ginsberg, Kerouac, Ferlinghet­ti. Un trago allí es otra invitación a la evocación: ¿sabía el autor de Vagabundos del Dharma que su obra trascender­ía y le valdría en el futuro que la calle adyacente llevara su nombre?, ¿le importaría?

San Francisco es la ciudad azotada por el viento en donde la neblina se mueve constantem­ente y recuerda las escenas iniciales de Rumble fish, el lugar donde se encuentran los Zoetrope Studios fundados por Francis Ford Coppola y George Lucas y en donde es posible, si el clima lo permite, encontrars­e con el primero en el café del mismo nombre que está debajo de sus oficinas.

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