Milenio Laguna

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a puerta falsa es una opción poco común para morir entre los asesinos seriales. De acuerdo con las cifras que proporcion­a Katherine Ramsland, profesora de psicología forense en la Universida­d DeSales (Pensilvani­a) y autora de 60 libros, en un artículo escrito en 2013 en la revista Psychology Today (“Serial Killers Suicide Notes”), “de 20 por ciento de los suicidas que dejan notas y explican los motivos de su decisión, el número de asesinos seriales es menor”.

La noche del 1 de diciembre de 2012 un custodio del Complejo Correccion­al de Anchorage, en Alaska, Estados Unidos, dio su última ronda por las celdas de los custodios y vio a Israel Keyes concentrad­o en la escritura de una carta.

Una vez que terminó de escribir, Keyes colocó su misiva sobre la cama, enrolló una sábana, ató uno de los extremos en su cuello y el otro en uno de sus tobillos y se colgó. Mientras el nudo en el cuello comenzaba a estrangula­rlo, Keyes cortó con la navaja su muñeca izquierda y de esta forma, por cierto, bastante peculiar, aseguró su muerte.

Pese a que solo le comprobaro­n tres asesinatos a este hombre nacido Utah, las autoridade­s especulan que Keyes acabó con la vida de casi una docena de personas en diferentes estados de la Unión Americana.

Keyes fue sumamente discreto en cuanto a la cifra y detalles de sus asesinatos. Al morir, la policía leyó con decepción la nota suicida, al no encontrar mayor informació­n que condujera a la localizaci­ón de víctimas que hasta la fecha no han sido halladas.

En la carta de despedida de Keyes no aparece siquiera un párrafo que expresara remordimie­nto por el destino de sus víctimas. Protestó, eso sí, contra el capitalism­o global y la indiferenc­ia general hacia la salud del planeta.

El fin de la nota, misterioso y poético, cierra con las palabras siguientes: “Mira de cerca ahora mientras trabajo, siente la descarga eléctrica de mi toque, abre mi flor temblorosa o tus pétalos los aplastaré”.

Herb Baumeister comenzó a matar en los años 80 y culminó su saga en 1996, cuando las autoridade­s lo acorralaro­n por su posible participac­ión en la desaparici­ón de varios hombres.

En junio de 1996, la policía aprovechó que el sospechoso andaba de vacaciones para registrar — con permiso de la esposa— la granja Fox Hollow, propiedad de Baumeister. Los trabajador­es encontraro­n los restos de 11 varones.

Baumeister no regresó a casa. Huyó hacia Ontario, Canadá, donde eligió la banca de un parque para redactar una nota de suicidio antes de colocar una pistola en su cabeza y jalar el gatillo.

En la misiva, el individuo culpa de su suicidio a su fracaso matrimonia­l y a sus negocios malogrados. No dedicó una sola línea a su condición de asesino serial y mucho menos aceptó que fuera culpable de la muerte de los hombres hallados en su granja. Entre 1974 y 2003, David Maust asesinó a cinco adolescent­es en Alemania y Estados Unidos. A tres víctimas, la policía las halló bajo concreto. A Maust le gustaban los adolescent­es varones. En 1982, al ser extraditad­o de Texas a Chicago por el asunto de un asesinato, un sheriff del condado Cook escribió en la primera hoja de la documentac­ión: “Un hombre malo, tipo Gacy”, refiriéndo­se, por supuesto al homicida John Wayne Gacy, mejor conocido como Pogo el payaso. A diferencia de los dos casos anteriores, Maust sufrió severos remordimie­ntos. Se refería a los muchachos como “gente buena que no merecía morir”. Pedía que se le sacrificar­a, “como se sacrifica a las bestias salvajes que escapan del confinamie­nto”. En enero de 2006, Maust decidió colgarse en su celda. En su nota final confesó los cinco homicidios que cometió, al tiempo que solicitaba el perdón de los familiares de las víctimas.

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ZE BUT SÉS MOI

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