Pepe Meade, Messi y Sergio Ramos
S i uno es dueño de un buen equipo de futbol que está en problemas, por debajo de sus resultados históricos, con un director técnico que se está estrenado después de haber sido un decente jugador de medio campo, pero que no acaba de conectar con la afición ni está entregando los resultados que se esperan, uno tiene dos opciones de contratación.
Puede uno invertir mucho dinero y contratar a un Messi. Un genio del ataque, fino, regateador, que siempre está donde tiene que estar para recibir el balón en ataque, generoso con sus compañeros. Los adversarios le dedicarán dos defensas a marcarlo, provocará decenas de faltas cerca del arco contrario, el equipo se tendrá que adaptar a él y sus ideas, será la preocupación de los directores técnicos rivales cada semana previa a enfrentarlo. Nadie esperará de esa contratación que marque a un rival, que evite un gol en su portería. Ganará todos los premios, meterá todos los goles y hará al equipo ganar partidos y torneos. Venderá más camisetas que ninguno, se convertirá en un símbolo mundial.
Ahora, si el problema es de ánimo, de confusión en el equipo, uno puede tomar una decisión más barata y contratar a un Sergio Ramos. Incansable, durísimo, siempre va para delante, irá con todo a todo y batirá récords de recuperación de balón, aunque también el de pases errados y el de faltas cometidas y de tarjetas. No hará un regate nunca, no se le verá una jugada
gourmet de esas que se recuerdan para la historia. Se convertirá pronto en un líder del vestuario, dará gritos, empujará a sus compañeros cuando cunda el desánimo, hará declaraciones escandalosas contra los rivales, se peleará con los árbitros. Se hará tan leal al nuevo equipo como lo fue del que lo hizo debutar. Evitará muchos goles, pero se quedará muchos partidos en la tribuna por las rojas. Generará algún escándalo en los medios por asuntos extra futbol, pero también, por pura ambición, algún día, puede ser, meterá de cabeza, un poco descompuesto, el gol que les haga ganar algún campeonato.
Ayer, José Antonio Meade le puso la camiseta a Javier Lozano.
No esperemos buen futbol, pero habrá espectáculo.
Y un Sergio Ramos no resuelve el problema de sequía goleadora que lo tiene tan alejado del líder de la competencia.