Autoridades ‘alertaban’ a comerciantes del algodón
Les notificaba que no fueran a hacerle caso a lo que andaban diciendo algunas gentes, que implicaba presiones para vender el algodón a la de ya y barato, y que no les convenía exportar
El comercio Sirio Libanés local se vio conmocionado por el deceso del joven Elías Abusamara. El muchacho perdió la vida a causa de lesiones provocadas por arma de fuego y en Hermosillo fue sometido a una operación que sin embargo no le salvó la vida.
Para asistir a los servicios fúnebres, los comerciantes de estas naciones cerraron sus locales y asistieron a darle el adiós final al joven. Los funerales fueron suntuosos y bajo el rito católico. El cortejo se fue hasta el panteón para despedir a la víctima.
La famosa ley fuga se seguía, y sigue, aplicando. Narciso López, hacendado michoacano se dijo víctima de la persecución del jefe de operaciones militares en Ario, en aquel estado. Se quejó con el juez respectivo de ser perseguido por el coronel Benigno Serrato que había recuperado la plaza.
Y aunque ya aquello estaba prácticamente terminado, Serrato había dado la orden de que detuvieran a Narciso, quien temía que le aplicaran la susodicha ley fuga, sintiéndose perseguido y amenazado en su vida. Por cierto, en Michoacán se anunció que ya se iban a repartir las tierras y se temían motines entre los indios locales.
Las harapientas chusmas de Cirilo Arenas habían sido abatidas en Puebla. Andaban a salto de mata por aquellos lares, pero harapientos y todo, también hicieron de las suyas contra las fuerzas de la federación que los atacaron.
Los huelguistas gringos de las minas de carbón volvían a sus labores. Supuestamente no querían entrar en conflictos con el gobierno. Así que chiste. Lo cierto era que la huelga seguía sin obtener la solución deseada de las partes en conflicto.
Un borrador publicado por el Daily Herald en Londres, señalaba que los principales líderes bolcheviques estaban perfectamente de acuerdo para discutir la paz con los aliados. Aunque pedían la proposición aliada para el día quince, justo ese día. Querían una garantía semi-oficial de los gringos más que nada. Y así comenzó esa relación amor- odio-amor entre gringos y rusos.
El generalísimo Pershing pedía un castigo ejemplar desde luego, contra los rojos que osaron manifestarse en el día del armisticio en Nueva York. Le arruinaron su fiesta. ¿Que se creían esos amotinados que nada más andaban provocando desgracias?